Seguramente tenemos muy vivo, en estos días navideños que están pasando, la grata experiencia de estar en una fiesta. Si lo propio de las vacaciones de verano es descansar, salir de veraneo, lo propio de las navidades es celebrar, salir de parranda. Es un fenómeno universal que se ha extendido a los países de tradición no cristiana por una razón comercial, si se quiere, pero que igualmente ha arraigado como una costumbre propia. En las fiestas hay dos realidades que funcionan a la inversa: a mayor y mejor compañía menos importa el paso del tiempo. Cuando la compañía, en cambio, no es buena, las horas se hacen eternas. Quizás por eso, tenemos una noción despectiva de lo que es la eternidad. Parece que lo eterno es sinónimo de estático, de aburrido. En cambio, lo bueno es, justamente, lo fugaz, aquello que, casi sin darnos cuenta… ¡de repente!.. se acaba. Por eso, me pareció muy buena esta cita de Romano Guardini: Así, para nuestra vivencia, no tienen la misma duración una hora llena
¡Acompáñame a recorrer nuestro tiempo con sentido crítico y positivo! Mercedes Malavé