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Mostrando las entradas de octubre, 2008

Cuando la inteligencia tiene hambre de verdad, el corazón tiene sed de confianza

(Entrevista a Queenie Yu. Parte I) Creo que lo que más me fascina de Roma es su capacidad de contar historias fantásticas. Basta un buen guionista y camarógrafo para crear verdaderas joyas cinematográficas. Caminar por las calles del centro de la ciudad es como hacer un viaje al pasado, desde la antigua civilización etrusca, pasando por todo el esplendor del Imperio Romano, las culturas barbáricas, el estallido intelectual del Medioevo con toda su grandeza filosófica, teológica y artística, el despertar del hombre y la armonía estética del Renacimiento, etc., etc.. Con razón se le llama Ciudad Eterna. Por eso, la atracción turística de Roma es insuperable. Me gusta imaginar que del mar de turistas que patean sus calles los 365 días del año, salen ríos de cultura y humanidad al Mundo entero. Tengo la impresión de que los latinoamericanos suelen ver Roma como el centro del catolicismo, la potente estructura del Vaticano, el lugar donde vive el Papa, etc., sin percatarse de qu

Sólo se conoce bien con el corazón

¿Cómo conocemos a los demás? ¿En qué nivel de conocimiento nos quedamos al relacionarnos con las personas? En sus reflexiones sobre la vida del apóstol San Pablo, Benedicto XVI nos invita a pensar sobre nuestro modo de conocer: Conocer "según la carne", de forma carnal, quiere decir conocer sólo exteriormente, con criterios externos: se puede haber visto a una persona muchas veces, conocer sus facciones y los diversos detalles de su comportamiento: cómo habla, cómo se mueve, etc. Y sin embargo, aun conociendo a alguien de esta forma, no se le conoce realmente, no se conoce el núcleo de la persona. Solo con el corazón se conoce verdaderamente a una persona. (Plaza de San Pedro, 8-10-2008). Para los aficionados de El Principito, estas palabras seguramente le recordarán el diálogo del Principito con el Zorro, en donde le dice que sólo se conoce bien con los ojos del corazón, y que para conocer de este modo hace falta gastar tiempo con las personas y prestarles pequeños