¿Cómo conocemos a los demás? ¿En qué nivel de conocimiento nos quedamos al relacionarnos con las personas? En sus reflexiones sobre la vida del apóstol San Pablo, Benedicto XVI nos invita a pensar sobre nuestro modo de conocer:
Conocer "según la carne", de forma carnal, quiere decir conocer sólo exteriormente, con criterios externos: se puede haber visto a una persona muchas veces, conocer sus facciones y los diversos detalles de su comportamiento: cómo habla, cómo se mueve, etc. Y sin embargo, aun conociendo a alguien de esta forma, no se le conoce realmente, no se conoce el núcleo de la persona. Solo con el corazón se conoce verdaderamente a una persona. (Plaza de San Pedro, 8-10-2008).
Para los aficionados de El Principito, estas palabras seguramente le recordarán el diálogo del Principito con el Zorro, en donde le dice que sólo se conoce bien con los ojos del corazón, y que para conocer de este modo hace falta gastar tiempo con las personas y prestarles pequeños servicios: "El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante" le dice el Zorro. Un poco antes le había enseñado que los amigos son aquellos que han establecido lazos entre ellos, por medio de una repetición de actos que se llaman ritos.
El hombre es un ser ritual porque es capaz de repetir las mismas acciones dándoles un significado nuevo, actual, no automático sino libre. Pensemos en el rito de comer, de celebrar, de jugar, de rezar. En todos ellos hay algo que permanece y que solemos hacer igual, pero esas mismas cosas se viven una y otra vez, como si fuera la primera.
Conocer "según la carne", de forma carnal, quiere decir conocer sólo exteriormente, con criterios externos: se puede haber visto a una persona muchas veces, conocer sus facciones y los diversos detalles de su comportamiento: cómo habla, cómo se mueve, etc. Y sin embargo, aun conociendo a alguien de esta forma, no se le conoce realmente, no se conoce el núcleo de la persona. Solo con el corazón se conoce verdaderamente a una persona. (Plaza de San Pedro, 8-10-2008).
Para los aficionados de El Principito, estas palabras seguramente le recordarán el diálogo del Principito con el Zorro, en donde le dice que sólo se conoce bien con los ojos del corazón, y que para conocer de este modo hace falta gastar tiempo con las personas y prestarles pequeños servicios: "El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante" le dice el Zorro. Un poco antes le había enseñado que los amigos son aquellos que han establecido lazos entre ellos, por medio de una repetición de actos que se llaman ritos.
El hombre es un ser ritual porque es capaz de repetir las mismas acciones dándoles un significado nuevo, actual, no automático sino libre. Pensemos en el rito de comer, de celebrar, de jugar, de rezar. En todos ellos hay algo que permanece y que solemos hacer igual, pero esas mismas cosas se viven una y otra vez, como si fuera la primera.
Para llegar al núcleo más íntimo, al corázón, de una persona, existe un único camino: la amistad. Y para hacer amigos debemos aprender a crear lazos con los demás, por medio de ritos. Las manifestaciones de la amistad se parecen mucho a los ritos: saludar siempre, y con buena cara, a las personas con las que trabajamos, hacerles pequeños favores, estar cerca de aquellos que están lejos, aunque tengamos poco tiempo o poco que contar. Dar importancia a las fechas significativas para ellos, y tener algún detalle... en una palabra: ¡Recordar! ¡Cómo nos gusta que los demás recuerden lo que para nosostros es importante! Esto es lo que nutre y mantiene viva la amistad, y nos hace seres amigables.
Por este camino de cercanía y de constancia, las personas se van aproximando más y más. Crece y se fortalece la amistad. Se llega al corazón porque en el corazón está la memoria que recuerda los ritos, conserva los detalles que los demás han tenido con nostros y los valora.
También en el trato con Dios hacen falta los ritos para crecer en la amistad. A veces nos podemos quedar en un nivel superficial del rito religioso, y vivirlo como una cuestión social. En realidad, participar en un rito religioso, hablar con Dios diariamente, ir a Misa los días de fiesta, etc., puede convertirse en manifestaciones de nuestra amistad con Dios. Y si nos preguntásemos ¿qué ritos tiene Dios conmigo? nos sorprendería la respuesta: Por una parte, Dios nos conserva en la existencia, nos hace ser; por otra, Dios permanece siempre en el Sagrario de la iglesia más cercana a nuestro lugar de trabajo, a nuestra casa, al lugar donde vamos de vacaciones, etc. Está presente en un perenne rito de presencia y de silencio que sólo pensarlo nos impresiona.
El corazón habla al corazón nos dice el Papa. Aprendamos a hablar con el corazón siendo más constantes en nuestros ritos, con las personas y con Dios, intentando acompañar mucho a nuestros amigos, y a nuestro Dios.
Por este camino de cercanía y de constancia, las personas se van aproximando más y más. Crece y se fortalece la amistad. Se llega al corazón porque en el corazón está la memoria que recuerda los ritos, conserva los detalles que los demás han tenido con nostros y los valora.
También en el trato con Dios hacen falta los ritos para crecer en la amistad. A veces nos podemos quedar en un nivel superficial del rito religioso, y vivirlo como una cuestión social. En realidad, participar en un rito religioso, hablar con Dios diariamente, ir a Misa los días de fiesta, etc., puede convertirse en manifestaciones de nuestra amistad con Dios. Y si nos preguntásemos ¿qué ritos tiene Dios conmigo? nos sorprendería la respuesta: Por una parte, Dios nos conserva en la existencia, nos hace ser; por otra, Dios permanece siempre en el Sagrario de la iglesia más cercana a nuestro lugar de trabajo, a nuestra casa, al lugar donde vamos de vacaciones, etc. Está presente en un perenne rito de presencia y de silencio que sólo pensarlo nos impresiona.
El corazón habla al corazón nos dice el Papa. Aprendamos a hablar con el corazón siendo más constantes en nuestros ritos, con las personas y con Dios, intentando acompañar mucho a nuestros amigos, y a nuestro Dios.
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