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Cuando la inteligencia tiene hambre de verdad, el corazón tiene sed de confianza

(Entrevista a Queenie Yu. Parte I)

Creo que lo que más me fascina de Roma es su capacidad de contar historias fantásticas. Basta un buen guionista y camarógrafo para crear verdaderas joyas cinematográficas. Caminar por las calles del centro de la ciudad es como hacer un viaje al pasado, desde la antigua civilización etrusca, pasando por todo el esplendor del Imperio Romano, las culturas barbáricas, el estallido intelectual del Medioevo con toda su grandeza filosófica, teológica y artística, el despertar del hombre y la armonía estética del Renacimiento, etc., etc.. Con razón se le llama Ciudad Eterna.

Por eso, la atracción turística de Roma es insuperable. Me gusta imaginar que del mar de turistas que patean sus calles los 365 días del año, salen ríos de cultura y humanidad al Mundo entero. Tengo la impresión de que los latinoamericanos suelen ver Roma como el centro del catolicismo, la potente estructura del Vaticano, el lugar donde vive el Papa, etc., sin percatarse de que este lugar, en el que murió Pedro y ahora se erige la extraordinaria Basílica de San Pedro, es también el centro de la cultura, y por tanto, el centro de la humanidad occidental.

Por la Piazza del Popolo deambula todo tipo de personas. Están los inconfundibles turistas, los estudiantes, los profesionales con sus celulares y trajes impecables, marcando la moda del Mundo. Un día, mientras pasaba por allí, viene hacia mí, trotando con sus relucientes zapatos de goma y su ropa de jogging, Queenie Yu: joven canadiense, de origen chino, que ya se ha habituado a hacer ejercicio en medio de semejante escenario cosmopolita.

La rica personalidad de Queenie se va revelando ya desde su porte externo. Cuando la conocí su cabeza parecía un bello erizo con sus púas negras perfectamente levantadas. Ahora su puntas caen como las ramas de una palmera debido a que ha decidido cambiar de look (ella dice que en Roma ha cambiado y lo quiere reflejar en su peinado). He visto brillar sus ojos negros y achinados y abrirse de par en par siempre que se habla de business y oportunidades de ganar dinero. Es una negociante de temer.

Deportista, toda una bussines woman, asiática con su particular fashion style ¿qué más se le puede pedir a esta mujer para que sea un auténtico prototipo femenino del siglo XXI? Sé que ella tiene una de esas historias fantásticas que conviene compartir. Ha pasado de ser atea (feminista y ecologista radical) a creyente y católica. Le pido una cita para conversar sobre su vida.

Durante muchos años fuiste atea ¿qué significa vivir como ateo?

R: Creo que ser ateo es sobre todo ir por la vida haciendo cosas sin tener un sentido profundo de porqué las haces. Es como ir hacia ningún sitio. Ahora me doy cuenta -antes también pero menos- que vivir así produce un sufrimiento, no físico, sino espiritual (creo que es peor), de vacío interior, porque todos los proyectos que tenía, a medida que los iba alcanzando, me daba cuenta de que no me hacían feliz por completo. Cuando era más consciente del vacío interior que tenía, me llenaba de actividades, no sólo para ser exitosa sino también para hacer cosas por los demás, porque pensaba que así encontraría la felicidad... pero no lo conseguí.

Sé que hay otras personas que buscan la felicidad en placeres cortos: fiestas, conciertos, horas sentados frente la tv viendo toda clase de programas, etc., porque si no quieres sufrir tienes que llenarte de actividades que hagan mucho ruido y tengan tus sentidos ocupados y llenos de sensaciones. El silencio es lo que hay que evitar lo más posible porque te recuerda que tu vida es vacía.

Creo que ser ateo no sólo influye en tu relación con Dios sino también con los demás. Por ejemplo, yo no creía en nadie, era muy desconfiaba. Me daba cuenta de que la gente era muy mentirosa y superficial. En el colegio no me gustaba andar con ningún grupito de amigos porque me parecía que vivían de las apariencias. Las chicas populares, por ejemplo, me parecían tan superficiales... siempre pensaba "ella sin esa aprobación de los demás no es nada, no tiene más nada". Te parece como que todo el mundo es tan vacío como tú, y a la vez yo no tenía tampoco nada que darles.


¿Y cuáles eran esos proyectos o placeres cortos en los que tú te refugiaste?


R: Pasé por varias etapas. La primera fue buscar ser la mejor estudiante. Me esforcé muchísimo y lo fui consiguiendo, pero cuando vi que no me daba la felicidad que esperaba, me convertí en una vaga y cambié cuatro veces de High School durante los cinco años de estudio.

También me pasaba que quería sentir el amor que los demás tenían por mí. Entonces, cuando estaba con mis padres, me lanzaba temerariamente a la calle buscando que un carro estuviera a punto de atropellarme. Quería sentir la muerte porque sentía que no vivía. Quería ver si mis padres me amaban así incondicionalmente como para decirme: "Queenie no hagas eso que nosotros te queremos". Y lo hacía también como para retar a Dios porque pensaba "si de verdad Dios existe y mi vida tiene una razón de ser, entonces no puede dejar que me atropelle un carro".

(Hago un paréntesis para contar que un día iba con Queenie en una caminata larguísima y comenzó a llover. Decidimos parar un autobús para regresarnos. Ella corrió para frenarlo y, cuando iba a cruzar la calle, se resbaló y calló al suelo justo cuando pasaba un carro que la atropelló. Yo no pude ver si le había pasado algo, pues el autobús tapó la visibilidad. Cuando al fin llegué al sitio, Queenie se levantaba del suelo y limpiaba sus zapatos de goma. Resulta que había quedado debajo del carro, entre el parachoques y las dos ruedas delateras. El conductor no se explica cómo pudo frenar tan rápido como para que las ruedas no le dieran ni un mínimo empujón. Tal vez Dios quiso darle a Queenie aquella prueba de amor omnipotente... Tanto es así que me consta cómo este matrimonio que iba en el carro se ha quedado tan impresionado de lo que pasó, que han fortalecido su fe a partir de ese incidente; y ahora son muy amigos de Queenie)

Cuando salí del colegio y empecé la universidad me empecé a involucrar en el movimiento feminista y ecologista. Yo veo esto como otra etapa de mis fracasados intentos de felicidad, porque antes quería ser buena estudiante, exitosa... you know a succesful woman..., en cambio ahora quería más bien hacer algo por la Humanidad. Pensaba que mi infelicidad era por culpa del Mundo, por tantas injusticias a la mujer, por la destrucción de la atmósfera, etc., y que si arreglaba el Mundo iba a poder ser feliz. Me da risa porque yo pensaba "si no soy feliz es por culpa de los demás: de los hombres, de los que fuman y contaminan, etc." Considero que fui una feminista y ecologista radical. Hasta me hice vegetariana.

También busqué la felicidad en las artes marciales. Me metí en kárate y entrenaba muchísimo. Tú sabes que las artes marciales tienen una filosofía de vida y eso me atraía: ser fuerte y equilibrada, no a la violencia, etc. Traté de vivir siguiendo estrictamente las reglas morales del kárate, pero me daba cuenta que no podían darme las respuestas que yo buscaba, eran demasiado generales, entonces también me desanimé.

¿Y tú familia? ¿Cómo te trataban ellos a todas éstas?


En mi familia ninguno practica la religión. Mis padres -creo que los orientales son así- siempre trabajaron muchísimo y se esforzaron por darnos todo. Querían que fuéramos buenos profesionales y que viviésemos bien. Se sacrificaban, dejaban de comprarse cosas para ellos, etc., con tal de que a nosotros no nos faltara nada. Éramos una familia muy unida, pero creo que yo era la única que tenía estas inquietudes de felicidad (tal vez porque mis padres vivían muy entregados a los hijos) y por eso en un momento me di cuenta de que no era suficiente el amor de mi familia y que necesitaba otra cosa. Por ejemplo: me hacía mucha falta hablar con alguien de cosas de la vida. Alguien que tuviera autoridad, pero que no fuera de mi familia. Ahora me doy cuenta de la importancia que tiene la figura del tutor o de algún consejero durante la etapa del colegio, que te busque y te pregunte las cosas, porque yo sabía que lo necesitaba, pero no era capaz de pedirlo. Con mis amigas -tuve pocas pero muy buenas- hablaba de ciertas cosas, pero notaba que ellas tenían casi los mismos problemas que yo.





(Fin de la parte I)


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