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El lenguaje como habitat de racionalidad y relacionalidad

“Vivimos inmersos en signos.  Los seres humanos tenemos 
la capacidad de convertir en signos todo lo que tocamos. 
Cualquier objeto, sea natural o cultural, un color, un trozo  
de tela, un dibujo, cualquier cosa relacionada con nosotros 
puede adquirir un valor añadido, un significado.   
A la dimensión ontológica que las cosas tienen, los seres humanos  
añadimos una nueva dimensión, la semiótica, esto es, su empleo  
como signos para manifestarnos unos a otros lo que pensamos,  
lo que queremos, lo que sentimos y lo que advertimos  
en nuestra relación con el mundo”. 
                                            Francisco Conesa y Jaime Nubiola

El conocimiento intelectual posee una enorme capacidad de representación de todas aquellas cosas que conocemos, y de la valoración que damos a lo conocido. Por eso, vivimos rodeados de signos, de símbolos, de gestos, a través de los cuales comunicamos experiencias, conocimientos, estados interiores, etc. De todos ellos, el principal modo -o mecanismo- de representación es el lenguaje humano

Nos comunicamos por medio de palabras. Las palabras son signos con los que representamos la realidad: "El primer valor de la palabra es que en ella se hace patente la realidad; se habla para dar a conocer, al nombrarlo, algo real; dar a conocer [las cosas] a alguien, por supuesto. Precisamente éste es el segundo valor: el carácter comunicativo de la palabra. La palabra es tanto un signo objetivo, como un signo para alguien, para aquel precisamente ante quien se expone la realidad " (Pieper: 219). Queda clara en esta cita de Josef Pieper el valor racional y relacional del lenguaje. 


Se denomina configuración semiótica a la capacidad humana de transformar el conocimiento -la experiencia con el mundo, con la realidad- en un sistema complejo de signos: "Los signos no se definen únicamente porque sustituyan las cosas, sino porque
funcionan realmente como instrumentos que hacen posible que pensemos, incluso también en lo
que no vemos ni tocamos. Pensar es el principal modo de representar, e interpretar un signo es 
desentrañar su significado. Debemos entender el término 'representar' preferiblemente en su
sentido primario de 'hacer presente', y no sólo en el sentido más restringido de 'sustituir o hacer las veces de'.  En segundo lugar, la 'cosa' representada o evocada por el signo puede ser tanto un objeto material como una idea, una propiedad de un objeto, un sentimiento, etc.   En conclusión: un signo es una  representación  mental, una estructura portadora de una significación para un intérprete, que es quien realiza el paso del signo a lo significado, haciendo operativa la conexión entre ambos" (Rincón: 15).


Además de esto, el hombre, al conocer, no sólo es capaz de nombrar a cada cosa de la misma manera (convencionalismo de las palabras), sino también puede crear un conjunto de reglas que
expresen el orden de la realidad (gramática). De este modo, si por experiencia se conoce la realidad de niña, pequeña, casa, zapatos de lluvia, impermeable, rojo, paraguas, día, lluvioso, por la construcción gramatical podemos establecer el orden o relación causal entre ellos:

Sujeto: se trata de alguien que ejerce una acción o que posee una cualidad. En este caso, el sujeto será una niña

Objetos: realidades. En este caso: casa, zapatos de lluvia, paraguas, días, impermeable... 

Cualidades: estados que afectan a la realidad. No existen por sí mismos sino en las cosas, como  pequeña, rojo, lluvioso, colores...

Por el lenguaje, el hombre puede expresar la realidad conocida y sus concatenación causal: "Puesto que era un día de lluvia, la niña pequeña se puso sus zapatos de lluvia y su impermeable rojos, y tomó su paraguas de colores". 

Hay quien sostiene que el hombre, por medio del lenguaje, va desvirtuando la realidad de las cosas. Pero es necesario distinguir entre realidad y lenguaje. La realidad no se modifica por el lenguaje. Las cosas son lo que son independientemente de que el hombre las conozca, las comunique o las nombre. Ahora bien, lo que sí puede desvirtuarse es la comunicación de la realidad a través del lenguaje: "En última instancia, lenguaje no significa sino relación con la realidad. Conducirse-por-el-objeto es lo que constituye la verdad del pensamiento y la palabra, más allá de la corrección externa" (Pieper: 220). La necesaria vinculación entre las palabras y la realidad es un acto al mismo tiempo racional (inteligente y libre) y relacional (dirigido a otro).

En la mayoría de los casos la realidad viene a nosotros a través de las palabras. Conocemos a través de las palabras y de las construcciones gramáticales. El lenguaje constituye un vehículo de conocimientos tan rico como la experiencia sensible... siempre y cuando su contenido sea verdadero. Al conocer, por medio del lenguaje, se dan dos mediaciones con respecto a la realidad: la de quien transmite el conocimiento a través del lenguaje, y la del sujeto que está conociendo.

Cuando se afecta la relación del lenguaje con la realidad, se afecta también su comunicación: "Corrupción de la relación con la realidad, corrupción del carácter comunicativo: éstas son las dos formas posibles de corrupción de la palabra" (Pieper: 219). El cultivo de la palabra y de la expresión que no cuida que la relación entre las palabras y las cosas (realidad) se mantenga lo menos alterada posible -dentro de los límites y las debilidades del conocimiento humano- no está buscando comunicar sino manipular por medio del lenguaje. La mentira, más que una comunicación errónea, es una incomunicación, porque es un signo vacío, que no contiene una realidad y, por lo tanto, las palabras no significan nada.    

Comentarios

BiBliOpEquE dijo…
No puedo creer que estoy dentro de este blog... es una obra de arte... estoy tan sorprendida que me quedé muda.

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