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Las mentiras encadenan el corazón. El testimonio de Magdi Allan



Creo que los lectores de este blog no están muy familiarizados con historias de personas que se convierten al catolicismo. Quizá hasta nos pueda ocurrir la experiencia contraria de haber pensado: "si hubiera tenido la oportunidad de escoger ser católico, entonces sería más practicante y valorara más mi propia religión..." Por eso, me parece valioso ofrecer a los lectores testimonios de conversiones al cristianismo, ya que allí se muestran las profundidades del corazón humano y el grande vacío que experimentan las personas que no han tenido oportunidad de alimentar su fe desde pequeños.
Sin duda, la conversión más famosa de este año ha sido la de Magdi Allam, un periodista musulmán de 56 años, subdirector de uno de los periódicos más importantes de Italia: "El Corriere della Sera". Magdi Allam describe la experiencia de su bautismo como "el día más bonito de mi vida". Fue bautizado en la Basílica de San Pedro durante la Vigilia Pascual de 2008 por el mismo Papa Benedicto XVI. Al día siguiente de su bautizo, se publicó una carta suya al director del "Corriere della Sera", en la que revela algunos detalles de su conversión del islam al cristianismo. En esa primera carta que apareció publicada se lee lo siguiente:
Querido Director: lo que voy a contarte se refiere a una elección mía, de fe religiosa y de vida personal, que no quiere de ninguna manera involucrar al Corriere della Sera, del cual me honro de formar parte desde 2003, como uno de sus Vice directores. Te escribo, por tanto, como protagonista del hecho, como ciudadano privado. Ayer en la noche me he convertido a la religión cristiana católica, renunciando a mi anterior fe islámica. De esta manera, finalmente ha visto la luz, (...) el fruto sano y maduro de una larga gestación vivida en el sufrimiento y en la alegría, entre la profunda e íntima reflexión, y su consciente y manifiesta exteriorización. Desde ayer me llamo Magdi Cristiano Allam.


¿Por qué sufre una persona cuando se va a convertir? En primer lugar, es mucho más difícil para un musulmán dejar de ser musulmán, que para un católico dejar de ser católico. El islam considera traidores a todos aquellos que se alejan de su fe. Magdi Allan ha sido perseguido, amenazado de muerte varias veces y rechazado por la comunidad musulmana. Y todo esto no después de convertirse, sino desde que se supo que estaba pensando en ello. Ha recibido innumerables presiones y ha tenido muchas oportunidades para dejar de pensar en la conversión al catolicismo. A esto se referiere cuando habla de una gestación vivida en el sufrimiento.
¿Y cuáles son las alegrías? Es la alegría precisamente lo que da la fuerza para seguir avanzando en un camino duro: es la tranquilidad de la conciencia que se siente liberada de una serie de cadenas, de mentiras y de prejuicios que le mantenía oprimido en el miedo, y donde las personas no se sienten enteramente libres. Es la alegría de no estar solo, de comprobar que la Iglesia es una familia:

Teniendo casi 56 años, es un hecho histórico, excepcional e inolvidable, que señala un cambio radical y definitivo respecto al pasado. El milagro de la resurrección de Cristo ha reverberado en mi alma, librándola de las tinieblas de una predicación donde el odio y la intolerancia con los “diferentes”, condenados acríticamente como “enemigos”, prevalecen sobre el amor y el respeto del “prójimo” que es siempre y en todas partes “persona”. Mi mente se ha liberado del oscurantismo de una ideología que legitima la mentira y la disimulación, la muerte violenta que induce al homicidio y al suicidio, la ciega sumisión y la tiranía, y he podido adherirme a la auténtica religión de la Verdad, de la Vida y de la Libertad. En mi primera Pascua como cristiano, no sólo he descubierto a Jesús, sino que he descubierto por primera vez el verdadero y único Dios, que es Dios de la Fe y de la Razón.

Es un testimonio muy interesante dicho por una persona que conoció hasta el fondo el islam. Con facilidad pensamos que todas las religiones son iguales, que da igual creer en uno u otro fundador, o asistir a unos ritos religiosos en cualquier iglesia. En realidad las cosas no son tan fáciles porque todas las religiones non son igualmente verdaderas. Es verdad que se puede ser buena persona en cualquier religión, pero lo que no es verdad es que todas las religiones llenan de igual manera a las personas buenas...


En una de las últimas reuniones que tuvo con universitarios de Roma, confesó que su camino hacia la fe empezó aparenemente por casualidad: Desde los cuatro años, tuve la oportunidad de frecuentar, en Egipto, escuelas italianas católicas: fui alumno, primero, de las religiosas misioneras combonianas, y luego, a partir de quinto de primaría en los salesianos. Recibí una educación que me transmitió valores sanos y aprecié la belleza, la verdad, la bondad y la racionabilidad de la fe cristiana, en la que la persona no es un medio sino un punto de partida y de llegada.

Lo que más influyó en su proceso de conversión fue la búsqueda de una religión que hiciera posible la armonía entre la fe y la razón. De esta manera, a medida que fue conociendo el cristianismo se fue dando cuenta de que la fe no supone una anulación de la razón sino una elevación que ayuda a comprender las cosas, la vida, cada vez con más profundidad. Pero, sobre todo, Magdi Allan descubrió que la fe da sentido al misterio de la libertad humana, que tantas veces no entendemos: Gracias al cristianismo comprendí que la verdad es el otro rostro de la libertad: son un binomio indisoluble. La frase ‘La verdad os hará libres' es un principio que vosotros jóvenes deberíais tener siempre en mente, especialmente hoy que, despreciando la verdad, se abdica de la libertad.


Luego añade la importancia del buen ejemplo y cómo estimula, en el camino hacia la conversión, conocer personas coherentes que viven deacuerdo a su fe: Mi conversión fue posible gracias a la presencia de grandes testigos de la fe, el primero de todos su santidad Benedicto XVI. Quien no está convencido de la propia fe, a menudo es porque no ha encontrado en ella testigos creíbles de este gran don. El segundo binomio indisoluble en el cristianismo es sin duda el de fe y razón. Esta última es capaz de dar sustancia a nuestra humanidad, la sacralidad de la vida, el respeto a la dignidad humana y a la libertad de elección religiosa.

En este sentido, advierte contra un peligro que podemos sufrir los católicos, que puede llegar a ser peor que el terrorismo islam:
Hay un peligro más subliminal y mayor que el del terrorismo de los ‘corta gargantas': es el terrorismo de los ‘corta lenguas', es decir el miedo a afirmar y divulgar nuestra fe y nuestra civilización, y nos lleva a autocensurarnos y a negar nuestros valores, poniendo en el mismo plano todo y lo contrario de todo: pensemos en la sharia [ley islámica] aplicada incluso en Inglaterra. El denominado ‘buenismo' es decir conceder siempre al otro lo que quiere, es exactamente lo contrario del bien común, perfectamente señalado por Jesús: ‘ama a tu prójimo como a ti mismo' (Mateo 19/16-19). Tal precepto evangélico nos confirma que no podemos querer bien a los demás si antes no nos amamos a nosotros mismos. Lo mismo vale para nuestra civilización.

¿Por qué en el islam la fe y la razón no son compatibles? Esta pregunta la ha respondido muchas veces Magdi Allan porque, como hemos dicho, fue una de las razones claves de su conversión: A diferencia del cristianismo, religión del Dios encarnado en el hombre", el Islam se concreta en un texto sagrado que, "siendo uno con Dios, no es interpretable"."Las mismas gestas de Mahoma --añadió-- documentadas por la historia, y de las que nunca renegaron los mismos fieles musulmanes, atestiguan masacres y exterminios perpetrados por el profeta. Por tanto, el Corán es incompatible con los derechos humanos fundamentales y los valores no negociables. En el pasado, traté de hacerme portavoz de un Islam moderado en sí.


Independientemente de los errores de Mahoma, a nosotros nos interesa una idea importantísima: que el cristianismo es la religión de Dios encarnado. Dios hecho hombre que vive como uno de nosotros y por eso sabe exactamente lo que sentimos, lo que necesitamos, lo que nos cuesta. Un cristiano no debe pensar que los mandamientos son leyes arbitrarias de un Dios que no conoce al hombre. Sucede todo lo contrario. Tampoco es una religión de libro, sino el encuentro con una Persona real y viva: un encuentro de dos libertades personales que se hacen amigos y compañeros de por vida: Jesús y yo, Jesús y tú.

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