Pienso que todos guardamos un recuerdo personal de Michael Jackson: el miedo que nos producía Thriller, los efectos de Black or White, su característico modo de bailar y las coreografías de sus videos que seguramente habremos tratado de imitar alguna vez.... Por eso, la noticia de su muerte a todos nos causó cierta conmoción.
Creo que el talento de Michael Jackson, a pesar de las tristes acusaciones que tuvo que enfrentar en los últimos años, nos atraía a todos, al menos a los que nos sentimos felices de pertenecer a estas generaciones de los ochenta. Es una figura de nuestro tiempo: un personaje que supo representar muy bien nuestro modo de divertirnos, de celebrar, de reflejar la alegría a través del canto, el baile y la actuación. Además, los mensajes que transmitía eran positivos, refrescantes, esperanzadores. Sin duda, un hito en la historia del arte contemporáneo.
Al mismo tiempo, una especie de pesar profundo puede que nos invada. Michael Jackson era un hombre hondamente enfermo del corazón (no me refiero al hecho de que haya muerto de un ataque cardíaco aunque puede ser ilustrativo). Su personalidad reflejaba como el compendio de los problemas afectivos de la sociedad actual: soledad en medio de las masas y personas que lo aclamaban, muchas carencias a pesar de la riqueza material, inestabilidad psíquica aun cuando no le faltaban talentos humanos y artísticos, complejos físicos siendo una persona absolutamente normal y aceptada por el público desde que era un niño, cuando se distinguía positivamente de sus hermanos por ser el más pequeño y gracioso.
Aunque sea un caso paradójico y excepcional, creo que el peligro es considerarlo como una persona demasiado excéntrica y distinta a cada uno de nosotros, hombres y mujeres de a pie. Michael Jackson es una persona de este tiempo, como nosotros, cuya vida nos enseña que hay cosas importantes que debemos cuidar muchísimo, y en las que tenemos que profundizar si queremos de verdad andar por caminos de felicidad y auténtica libertad.
En primer lugar, podemos considerar la importancia de orientar la búsqueda de la felicidad no hacia la obtención de cosas exteriores, sino hacia la consolidación y protección de los lazos familiares, que son los más íntimos a nosotros. Para ser felices no necesitamos masas que nos aclamen por nuestros talentos, sino un núcleo familiar que refleje esta actitud: “te quiero y estaré contigo siempre, a pesar de tus defectos, porque te amo porque eres, porque existes y no porque tengas cualidades”. Un acto de amor así da tal cantidad de fuerza y seguridad a las personas que no hay complejos que nos puedan invadir o contra los que no podamos luchar.
Además de consolidar los lazos afectivos más íntimos, es necesario fomentar una actitud abierta a todas las personas. Abrirse al mundo, a la humanidad entera si es posible, pero de modo profundo. Hay un gesto de Michael Jackson en el que aparece en un balcón con un papel que dice “I love you”, que él arruga, se tapa los ojos y lo lanza al público que le grita y aclama como indicando que los ama a todos personalmente. Este gesto, si va acompañado de una verdadera actitud de entrega y generosidad –no dar de lo que me sobra sino hasta donde me duela un poco– llena mucho el corazón. El problema es que vivimos en una sociedad de la apariencia en la que los gestos son vacíos, aparentes, simples mecanismos para construir una imagen. No ama de verdad el que no sabe prescindir de pequeñas manías, excentricidades y caprichos para ayudar y servir mejor a los demás.
Por último, quizá estamos todos muy preocupados por el físico, y por eso nunca nos conformamos. La salud ya no se entiende como el empeño por conservar unos valores normales, dentro de un margen amplio de más y de menos, sino como una especie de fábrica de cuerpos idénticos donde la mínima diferencia se ve como un defecto de fábrica, algo que hay que perfeccionar como sea. El perfeccionismo, que en general es malo en cualquier campo, aplicado a la salud corporal y a la belleza física nos está costando ya muchas vidas, y sobre todo muchas personas que se sienten amargadas y frustradas sin motivo. Es bueno que reflexionemos un poco más en esto y que procuremos ser más conformes con nuestro cuerpo. Evitemos los complejos físicos, sin descuidar la salud y manteniendo un peso adecuado.
Creo que el talento de Michael Jackson, a pesar de las tristes acusaciones que tuvo que enfrentar en los últimos años, nos atraía a todos, al menos a los que nos sentimos felices de pertenecer a estas generaciones de los ochenta. Es una figura de nuestro tiempo: un personaje que supo representar muy bien nuestro modo de divertirnos, de celebrar, de reflejar la alegría a través del canto, el baile y la actuación. Además, los mensajes que transmitía eran positivos, refrescantes, esperanzadores. Sin duda, un hito en la historia del arte contemporáneo.
Al mismo tiempo, una especie de pesar profundo puede que nos invada. Michael Jackson era un hombre hondamente enfermo del corazón (no me refiero al hecho de que haya muerto de un ataque cardíaco aunque puede ser ilustrativo). Su personalidad reflejaba como el compendio de los problemas afectivos de la sociedad actual: soledad en medio de las masas y personas que lo aclamaban, muchas carencias a pesar de la riqueza material, inestabilidad psíquica aun cuando no le faltaban talentos humanos y artísticos, complejos físicos siendo una persona absolutamente normal y aceptada por el público desde que era un niño, cuando se distinguía positivamente de sus hermanos por ser el más pequeño y gracioso.
Aunque sea un caso paradójico y excepcional, creo que el peligro es considerarlo como una persona demasiado excéntrica y distinta a cada uno de nosotros, hombres y mujeres de a pie. Michael Jackson es una persona de este tiempo, como nosotros, cuya vida nos enseña que hay cosas importantes que debemos cuidar muchísimo, y en las que tenemos que profundizar si queremos de verdad andar por caminos de felicidad y auténtica libertad.
En primer lugar, podemos considerar la importancia de orientar la búsqueda de la felicidad no hacia la obtención de cosas exteriores, sino hacia la consolidación y protección de los lazos familiares, que son los más íntimos a nosotros. Para ser felices no necesitamos masas que nos aclamen por nuestros talentos, sino un núcleo familiar que refleje esta actitud: “te quiero y estaré contigo siempre, a pesar de tus defectos, porque te amo porque eres, porque existes y no porque tengas cualidades”. Un acto de amor así da tal cantidad de fuerza y seguridad a las personas que no hay complejos que nos puedan invadir o contra los que no podamos luchar.
Además de consolidar los lazos afectivos más íntimos, es necesario fomentar una actitud abierta a todas las personas. Abrirse al mundo, a la humanidad entera si es posible, pero de modo profundo. Hay un gesto de Michael Jackson en el que aparece en un balcón con un papel que dice “I love you”, que él arruga, se tapa los ojos y lo lanza al público que le grita y aclama como indicando que los ama a todos personalmente. Este gesto, si va acompañado de una verdadera actitud de entrega y generosidad –no dar de lo que me sobra sino hasta donde me duela un poco– llena mucho el corazón. El problema es que vivimos en una sociedad de la apariencia en la que los gestos son vacíos, aparentes, simples mecanismos para construir una imagen. No ama de verdad el que no sabe prescindir de pequeñas manías, excentricidades y caprichos para ayudar y servir mejor a los demás.
Por último, quizá estamos todos muy preocupados por el físico, y por eso nunca nos conformamos. La salud ya no se entiende como el empeño por conservar unos valores normales, dentro de un margen amplio de más y de menos, sino como una especie de fábrica de cuerpos idénticos donde la mínima diferencia se ve como un defecto de fábrica, algo que hay que perfeccionar como sea. El perfeccionismo, que en general es malo en cualquier campo, aplicado a la salud corporal y a la belleza física nos está costando ya muchas vidas, y sobre todo muchas personas que se sienten amargadas y frustradas sin motivo. Es bueno que reflexionemos un poco más en esto y que procuremos ser más conformes con nuestro cuerpo. Evitemos los complejos físicos, sin descuidar la salud y manteniendo un peso adecuado.
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