Llevo varias semanas pensando qué puedo escribir a propósito de las vacaciones que ya comenzaron en varios países. Desde la importancia de las buenas lecturas hasta las ventajas de usar el Karaoke en familia, varias cosas me han pasado por la cabeza sin ningún éxito a la hora de escribirlas. Pero cuando me puse a observar a la gente que pasea por esta “Ciudad Eterna-mente” visitada por los turistas, Roma, sí que me vinieron muchas luces a la imaginación… las luces de los flashes de las cámaras fotográficas que son tan abundantes como los bolsos, las gorras, los souveniers y todo el kit de un turista odierno.
A los hombres y mujeres de hoy se nos ha dado diversos apelativos: desde homo faber hasta homo videns, pasando por el famoso hombre light, generación de “Peter Pan”, entre otros. Sin ánimo de ser exhaustiva ni caer en diagnósticos negativos o generalistas, quisiera hacer notar un posible peligro que podemos tener en vacaciones, y es el de convertirnos en homo-flash, gente que va recorriendo el mundo haciendo turismo a través de una cámara fotográfica, sin detenernos a mirar las cosas de modo activo, es decir ejercitando la memoria, no solo visual sino también la del corazón, aquella que aprende a valorar las cosas porque está abierta a la posibilidad de que esas cosas nos hablen acerca de nuestra propia vida, a través de tantas experiencias humanas que quedan como inmortalizadas en diversos monumentos históricos, arqueológicos, artísticos, etc.
Las personas flash tenemos la buena inquietud de registrar todo lo que vamos conociendo y viviendo. El problema se presenta cuando la memoria fotográfica supera tanto la memoria personal que ya ni nos acordamos de lo que vimos, más que por el título que afortunadamente colocamos en la foto casi al momento de haberla tomado. Hay que aprovechar la memoria de las cámaras, pero como un medio para activar nuestra memoria personal, trayendo al presente experiencias vividas. ¿Cómo lograrlo?
¿Qué significa asimilar una visita turística, un paseo o una visita a un monumento, a un museo, ver un paisaje, una plaza o asistir a un espectáculo? Primariamente supone conocer la historia de esos lugares y personas, y para ello tenemos infinidad de recursos hoy en día. Pero no basta quedarnos con un conocimiento más o menos superficial, hace falta emprender un camino activo de reflexión en el que el “yo” se relacione con esas realidades. Se trata pensar qué significado pueden tener esas realidades "para mí", para cada uno de nosotros. Son relaciones que permiten que las cosas no se queden en la superficie de nuestra memoria visual, sino que lleguen más profundamente y se instalen muy dentro de nosotros. Tampoco se puede sustituir esta experiencia por una acumulación de fotografías que al poco tiempo no nos dicen nada. Así se disfruta incluso más el turismo, pues nos involucramos más, con nuestra inteligencia y capacidad de contemplar y querer la realidad.
Podemos pasar de homo-flash a homo-star o “Super Star”. Las estrellas irradian una luz constante que dura indefinidamente y da calor. El homo-star sabe iluminar porque se deja iluminar por la realidad. De este modo, su luz nunca se apaga. Pero la luz es interior, no es algo superfluo ni se puede sustituir por tecnología. Es una luz que proviene de la sabiduría interior de un corazón que ha sabido asimilar y contemplar todas las experiencias de la vida, incluso las del descanso.
Ayuda mucho también el diálogo con las demás personas, sobre todo si son del lugar que estamos visitando. Además, casi nunca viajamos solos, ni tampoco tenemos porqué andar apurados si estamos descansando. El descanso nos brinda la oportunidad de oro para hablar, intercambiar impresiones, pensar sobre las cosas que de ordinario no tenemos tiempo, pero que son importantes. En esto los niños tienen mucho que enseñarnos, pues casi nunca se satisfacen con un conocimiento superficial, siempre preguntan más “porqués” aunque no tengan la capacidad de escuchar la respuesta. Nosotros sí podemos. Hagamos la prueba
¡FELICES VACACIONES!
A los hombres y mujeres de hoy se nos ha dado diversos apelativos: desde homo faber hasta homo videns, pasando por el famoso hombre light, generación de “Peter Pan”, entre otros. Sin ánimo de ser exhaustiva ni caer en diagnósticos negativos o generalistas, quisiera hacer notar un posible peligro que podemos tener en vacaciones, y es el de convertirnos en homo-flash, gente que va recorriendo el mundo haciendo turismo a través de una cámara fotográfica, sin detenernos a mirar las cosas de modo activo, es decir ejercitando la memoria, no solo visual sino también la del corazón, aquella que aprende a valorar las cosas porque está abierta a la posibilidad de que esas cosas nos hablen acerca de nuestra propia vida, a través de tantas experiencias humanas que quedan como inmortalizadas en diversos monumentos históricos, arqueológicos, artísticos, etc.
Las personas flash tenemos la buena inquietud de registrar todo lo que vamos conociendo y viviendo. El problema se presenta cuando la memoria fotográfica supera tanto la memoria personal que ya ni nos acordamos de lo que vimos, más que por el título que afortunadamente colocamos en la foto casi al momento de haberla tomado. Hay que aprovechar la memoria de las cámaras, pero como un medio para activar nuestra memoria personal, trayendo al presente experiencias vividas. ¿Cómo lograrlo?
¿Qué significa asimilar una visita turística, un paseo o una visita a un monumento, a un museo, ver un paisaje, una plaza o asistir a un espectáculo? Primariamente supone conocer la historia de esos lugares y personas, y para ello tenemos infinidad de recursos hoy en día. Pero no basta quedarnos con un conocimiento más o menos superficial, hace falta emprender un camino activo de reflexión en el que el “yo” se relacione con esas realidades. Se trata pensar qué significado pueden tener esas realidades "para mí", para cada uno de nosotros. Son relaciones que permiten que las cosas no se queden en la superficie de nuestra memoria visual, sino que lleguen más profundamente y se instalen muy dentro de nosotros. Tampoco se puede sustituir esta experiencia por una acumulación de fotografías que al poco tiempo no nos dicen nada. Así se disfruta incluso más el turismo, pues nos involucramos más, con nuestra inteligencia y capacidad de contemplar y querer la realidad.
Podemos pasar de homo-flash a homo-star o “Super Star”. Las estrellas irradian una luz constante que dura indefinidamente y da calor. El homo-star sabe iluminar porque se deja iluminar por la realidad. De este modo, su luz nunca se apaga. Pero la luz es interior, no es algo superfluo ni se puede sustituir por tecnología. Es una luz que proviene de la sabiduría interior de un corazón que ha sabido asimilar y contemplar todas las experiencias de la vida, incluso las del descanso.
Ayuda mucho también el diálogo con las demás personas, sobre todo si son del lugar que estamos visitando. Además, casi nunca viajamos solos, ni tampoco tenemos porqué andar apurados si estamos descansando. El descanso nos brinda la oportunidad de oro para hablar, intercambiar impresiones, pensar sobre las cosas que de ordinario no tenemos tiempo, pero que son importantes. En esto los niños tienen mucho que enseñarnos, pues casi nunca se satisfacen con un conocimiento superficial, siempre preguntan más “porqués” aunque no tengan la capacidad de escuchar la respuesta. Nosotros sí podemos. Hagamos la prueba
¡FELICES VACACIONES!
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