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Paul McCartney en la Plaza Roja de Moscú: Rostros del marxismo

No cabe duda de que el famoso concierto de Paul McCartney en la Plaza Roja de Moscú (2003) fue todo un acontecimiento histórico. La agrupación musical que en los años 60 se convirtió en el icono de la juventud, estuvo censurada durante 40 años por la Unión Soviética debido al mensaje subversivo de sus letras. Gracias a la política de la perestroika (reconstrucción en español), encabezada por Mikail Gorbachov, se dieron los primeros pasos hacia la libertad política. De este modo, los países soviéticos fueron liberados de la opresión del marxismo leninista o totalitarista.




Cuarenta años después, Paul McCartney cantó, acompañado de millares de rusos, la canción Go back to the U.S.S.R, Let it be, Hey Jude entre otras:





Recordar este evento sin igual nos puede servir para reflexionar acerca del papel que jugó la agrupación musical en la caída del comunismo soviético, y valorar si verdaderamente se convirtió en el arma de combate de la libertad en contra del  materialismo marxista. Muchas personas dicen que los Beatles fueron los protagonistas del movimiento anti-soviético latente en Rusia desde los años 60 ¿Hasta qué punto es cierta esta sentencia?
Boris Eltsin líder del movimiento anticomunista
 y copresidente de URSS junto Gorbachov

De una parte, el derrumbamiento del Bloque Soviético demostró que cualquier mecanismo de opresión externa no puede permanecer mucho tiempo, como sistema de gobierno, sin llegar a convertirse en una máquina generadora de mentiras, de manipulaciones históricas del pasado y del panorama mundial presente. La libertad personal constituye un derecho inviolable que ningún mecanismo social puede suprimir sin causar graves daños, tanto a las instituciones políticas como a las personas. El comunismo soviético instauró los controles y las censuras más fuertes de nuestro tiempo, suprimió la libertad individual, extirpó cualquier tipo de ideal humano de carácter espiritual y obligó a los ciudadanos a vivir según una lógica materialista altamente frustrante.


Por su parte, los Beatles fueron el estandarte de la revolución juvenil del 68. ¿Cuáles fueron los ideales de esta revolución? Para comprender las inquietudes sociales de los jóvenes del 68, habría que remontarse a la complejísima situación, psíquica y social, del período de la post-guerra, y analizar una serie de acontecimientos y medidas políticas extremas, difíciles de asimilar, que requirieron más de una generación para recuperar los terribles daños humanos y materiales que causaron las dos guerras mundiales. No obstante, se puede decir que los Beatles y la juventud del 68 fueron la “cara bonita”, o el instrumento propagandístico, de una serie de teorías sociológicas marxistas ideadas por un grupo de intelectuales que fundaron la Escuela de Frankfurt,  que pronto se extendieron por la cultura occidental y cuyos efectos todavía tienen una vigencia insospechada.


En la historia del marxismo hace falta distinguir dos períodos: uno de aplicación política, como base conceptual de los sistemas de gobierno totalitaristas contemporáneos, y otro de tipo cultural y psicológico. A este segundo período se le llama también neo-marxismo, y fue concebido por este grupo de investigadores alemanes, casi todos judíos que, primero en Alemania (Frankfurt) y luego en los Estados Unidos, se propuso unir las teorías de Freud y de Marx para hacer más efectivo el materialismo marxista en la sociedad de masas.

La Escuela de Frankfurt fundó la Ciencia de la Comunicación. En el núcleo de sus teorías está la idea de que las personas están determinadas por sus impulsos sexuales que son, a su vez, el mayor motor de la economía de mercado y de la industria cultural. Aunque hay diferencias entre ellos, Horkheimer, Adorno, Marcuse y Fromm, entre otros, difundieron una idea que hoy en día se puede expresar con una conocida sentencia poco académica pero que resume bien la teoría neomarxista: “sexo y pornografía en publicidad venden”.

Para entender un poco más a fondo la influencia del marxismo, tanto en la política como en la cultura, hace falta conocer dos principios importantes de esta teoría social: la opresión de la libertad (determinismo) y el pragmatismo social. En un régimen totalitario, como el de la URSS, es fácil notar cómo los mecanismos de control están orientados a impedir que la libertad del hombre se manifieste en toda su gama de actuación, y que las políticas del estado se mueven según la lógica del beneficio inmediato (pragmatismo). No cuentan ni la educación, ni la formación humanística, ni el cultivo del espíritu, ni la religión, sino la producción de bienes económicos y la maxificación del estado.



Estos mismos principios están presentes en el nuevo marxismo sólo que bajo formas más ocultas y atractivas. La opresión de la libertad viene dada no por un mecanismo de coacción político sino económico: es el mismo sujeto el que reconoce que su libertad está dominada por un instinto más fuerte que su voluntad: la búsqueda del máximo bienestar mediante el seguimiento de sus propios instintos fisiológicos que, desde el subconsciente, controla todas sus acciones. Por lo tanto, la “liberación” consiste en dejarse llevar por lo que dicte la ley del placer. Ir contra los propios placeres sería vivir reprimido. Además, se ve en todo esto una gran influencia del pragmatismo social ya que lo que cuenta es el gozo inmediato sin tomar en cuenta las consecuencias personales, y sociales, que puede tener esta actitud. La misma figura de Paul McCartney nos hace recordar los miles y miles de jóvenes que murieron bajo el exterminio de la droga y del sexo libre por mantener una conducta irresponsable guiados por esta lógica de “sexo, droga y Rock and Roll”.


Aunque los regímenes comunista-totalitaristas se estén extingiendo, la herencia del neomarxismo -de la mano del determinismo psicológico de Freud- no ha culminado. Hace pocos días, el partido laborista británico eligió como líder a Ed Miliband, "Edgar el rojo" le llaman. Hijo de Ralph Miliban, reconocido teórico del marxismo, leyó El Capital de Marx cuando tenía apenas 12 años. Se comenta que era la "biblia" de la familia. También su madre es conocida por sus tendencias marxistas. Aunque se declara un político de centro, que no se dejará marcar por los sindicatos -que le apoyaron masivamente-, la orientación filomarxista de sus ideas es evidente.


Paul y Linda McCartney poco antes del
fallecimiento de Linda en 1998. En 1968
se casaron civilmente.
Por lo visto, para abandonar del todo las filas del marxismo, no basta con abominar de toda forma de totalitarismo y de represión física. Hace falta penetrar en un género de dominio más sutil, pero efectivo, que es el de concebir la libertad como aquella instancia que se mueve según la ley del propio placer, identificando así la felicidad con la obtención del máximo bienestar material. La libertad humana, si bien no está para rechazar la materia buscando una especie de espiritualismo y filantropía utópica, tampoco puede moverse únicamente según la lógica del propio interés y del beneficio inmediato. Necesita apostar por valores más altos y esforzados, como la fidelidad, por ejemplo, que orienten la propia naturaleza, física y espiritual, hacia la realización íntegra de la persona, aunque esto implique ciertas renuncias al bienestar inmediato. Como dijo recientemente Benedicto XVI a los jóvenes britáticos en Inglaterra: "La sociedad actual necesita voces claras que propongan nuestro derecho a vivir, no en una selva de libertades autodestructivas y arbitrarias, sino en una sociedad que trabaje por el verdadero bienestar de sus ciudadanos y les ofrezca guía y protección en su debilidad y fragilidad".



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