Esta pregunta no deja de encabezar el elenco de interrogantes que nos trae la prensa de los últimos días. En efecto, el Presidente Obama, con sus diez meses de gobierno, ha sido reconocido con el premio Nóbel de la Paz "por sus extraordinarios esfuerzos en el fortalecimiento de la diplomacia internacional y de la cooperación entre las gentes". (cfr.http://nobelprize.org/nobel_prizes/peace/laureates/2009/index.html)
Por eso, me parece ilustrativa la imagen del líquido empleada por el sociólogo de ámbito inglés ZIGMUNT BAUMAN para describir nuestro mundo de hoy. Vivimos en una sociedad líquida donde los valores y los criterios que nos permiten juzgar las situaciones y los problemas humanos, varían según el recipiente que se desee llenar. El premio Nóbel de la Paz, tradicionalmente reconocido como un galardón de entidad y de una fundamentación solidísima, ahora se asemeja más a un líquido que se adecuá al recipiente en el que los promotores de imagen quieran vertirlo. Y si el recipiente es pequeño, pues se echa el resto al desagüe, ya que en sí mismo carece de valor.
Por su parte, no cabe duda de que la situación de los soldados en Afganistán es crítica, y de que el primer mandatario estadounidense se está viendo obligado a enviar refuerzos militares lo antes posible. El informe del general McCrystal presenta varias opciones que oscilan entre unos 10.000 a 40.000 soldados que vayan en apoyo de las tropas. El caos de las últimas elecciones en Kabul aún está sin resolverse, y la violencia de los talibanes se ha recrudecido.
Si le sumamos a esto la crisis económica que ha afectado especialmente a Europa occidental y a los Estados Unidos, personalmente no me queda más remedio que juzgar el premio Nóbel de la paz 2010 como el instrumento de una estrategia en favor de la imagen del Presidente Obama, en vistas a que podría descender en popularidad por traicionar sus promesas electorales en lo que respecta a materias económicas y política internacional.
Quizá sea la primera vez que se otorga este reconocimiento tan importante no al ser sino al parecer. Independientemente del trabajo de imagen que los expertos deben llevar a cabo para salvaguardar la aceptación de Obama, lo que resulta digno de reflexión es que, hoy en día, parece que lo único que tiene un valor objetivo, autonomía propia, libertad y capacidad de persuación es el dinero. Con grandes capitales y un proyecto de crecimiento mundial basado únicamente en criterios económicos, se pueden comprar los ideales, las trayectorias de vida, el esfuerzo sostenido y los méritos de las personas.
Es verdad que las mentalidades rígidas y tradicionalistas tampoco son buenas pues acaban agrietándose por todas partes; y en ocasiones reflejan también actitudes superficiales de quiénes no son capaces de captar el fondo o el porqué último de las cosas. En este sentido, me parece lógico que algunos planteamientos deban reformarse. Pero las buenas reformas requieren la disposición de ponerse por encima de las circuntancias, de ver más allá de las coyunturas del momento, con el fin de obtener una comprensión profunda de la realidad. De lo contrario, nuestro mundo con todas sus instituciones y sus méritos acabará en el desagüe de la historia como una época inconsistente, líquida.
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