La emoción del Mundial de Fútbol 2010 superó las expectativas no sólo de los españoles sino también de la gran familia iberoamericana. La selección roja demostró no sólo una superioridad futbolística sino también humana, por el esfuerzo por jugar limpiamente y por mantener el talante sereno, simpático, amigable. El beso de Casillas a su novia Sara Carbonero no fue tan conmovedor, a mi modo de ver, como el abrazo de Vicente del Bosque a su hijo Álvaro con síndrome de Down, junto a la sonrisa de Zapatero, el mandatario que favorece la legislación a favor del aborto en España.
No obstante, como el tema que me ocupa últimamente es el de la publicidad, sus valores y sus riesgos, quisiera compartir contigo dos desafíos actuales del periodismo deportivo: uno de carácter técnico, otro más de carácter ético.
1. Un millón de repeticiones no hacen un árbitro
Si bien es cierto que la FIFA ha declarado que estudiará el modo de que los árbitros puedan hacer uso de la tecnología para seguir mejor los partidos, sin embargo, la tecnología no necesariamente hace un buen árbitro. El error del tecnicismo consiste en pensar que los datos son más importantes que el conocimiento y el juicio de la conciencia, y que la verdad de las cosas está únicamente en los datos que se captan por los sentidos... o por los aparatos. Aunque sea un peligro muy sutil en el fútbol -en muchos casos basta ver la repetición para poder dictar una sentencia justa- hoy se difunde la mentalidad de que la verdad depende únicamente de los datos.
Dicho esto, me atrevo a asegurar que, en el próximo Mundial, por más aparatitos y mini-televisores que tenga el árbitro, éste tendrá que seguir usando su conciencia para sentenciar una falta, un gol, una posición adelantada, etc., y que ni mil repeticiones podrán sustituir el juicio de la razón y conseguir el acuerdo de todos. Además, el perfeccionismo utópico al que nos llevaría una obsesiva preocupación por la precisión, haría del fútbol un juego aburrido e interminable.
2. Un buen deportista no es una celebrity aunque sea un famoso
No obstante, como el tema que me ocupa últimamente es el de la publicidad, sus valores y sus riesgos, quisiera compartir contigo dos desafíos actuales del periodismo deportivo: uno de carácter técnico, otro más de carácter ético.
1. Un millón de repeticiones no hacen un árbitro
Si bien es cierto que la FIFA ha declarado que estudiará el modo de que los árbitros puedan hacer uso de la tecnología para seguir mejor los partidos, sin embargo, la tecnología no necesariamente hace un buen árbitro. El error del tecnicismo consiste en pensar que los datos son más importantes que el conocimiento y el juicio de la conciencia, y que la verdad de las cosas está únicamente en los datos que se captan por los sentidos... o por los aparatos. Aunque sea un peligro muy sutil en el fútbol -en muchos casos basta ver la repetición para poder dictar una sentencia justa- hoy se difunde la mentalidad de que la verdad depende únicamente de los datos.
Dicho esto, me atrevo a asegurar que, en el próximo Mundial, por más aparatitos y mini-televisores que tenga el árbitro, éste tendrá que seguir usando su conciencia para sentenciar una falta, un gol, una posición adelantada, etc., y que ni mil repeticiones podrán sustituir el juicio de la razón y conseguir el acuerdo de todos. Además, el perfeccionismo utópico al que nos llevaría una obsesiva preocupación por la precisión, haría del fútbol un juego aburrido e interminable.
2. Un buen deportista no es una celebrity aunque sea un famoso
Me permito ahora hacer mención a un tema bastante complejo y quizá difícil de juzgar. Tanto el deporte como el teatro constituyen espectáculos públicos desde muy antiguo, pero los protagonistas de ambos eventos son muy distintos. No se puede tratar a un deportista como si fuera un actor de cine. Los actores son personas preparadas para asumir un papel frente a las masas, en cambio los deportistas no, ni tienen porqué serlo. El periodismo deportivo hoy en día se está orientando peligrosamente hacia el espectáculo de las celebrities lo cual desvirtúa el fin de su función informativa y disminuye la profesionalidad del comentarista deportivo.
Parece que vale más una cara bonita, o conocida, que una pregunta inteligente, o la declaración de una fuente que, aunque permanezca tras el telón, puede proporcionar buenas explicaciones sobre las estrategias de juego, la condición física de los jugadores, entrenamientos, etc. El protagonismo de los deportistas -y de los periodistas- suele prevalecer sobre la información deportiva como tal. Conviene mantener un equilibrio en pro del buen nivel profesional del oficio de informar.
Parece que vale más una cara bonita, o conocida, que una pregunta inteligente, o la declaración de una fuente que, aunque permanezca tras el telón, puede proporcionar buenas explicaciones sobre las estrategias de juego, la condición física de los jugadores, entrenamientos, etc. El protagonismo de los deportistas -y de los periodistas- suele prevalecer sobre la información deportiva como tal. Conviene mantener un equilibrio en pro del buen nivel profesional del oficio de informar.
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