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Los Miserables: ¿Qué tienen que ver el oro y la ley?


Tanto la película como el musical de Los Miserables cautivan por su profundo dramatismo. Ambientada en la época de la Revolución Francesa, sabemos que se trata de una novela de Victor Hugo, publicada en 1862, que ha tenido adaptaciones al teatro (musical) y a la gran pantalla. El film (1998) fue protagonizado por Lian Neeson, y dirigido por el danés Billie August, quien antes fue director de la adaptación cinematográfica de la novela de Isabel Allende, La casa de los espíritus (1993). Hace poco me he vuelto a quedar fascinada por la historia viendo algunas escenas del musical. La música del compositor Claude-Michel Schönberg reproduce magistralmente la profundidad de los sentimientos de estos personajes.

No pretendo hacer un resumen de la historia, sino invitarlos a ver el film para luego comentar la escena final que constituye, a mi modo de ver, una de las mejores ilustraciones de la libertad humana y de la llamada a la redención de la propia existencia, que todos experimentamos a pesar de los errores y de las debilidades que en ocasiones amenazan -o condenan- los verdaderos sentimientos de plenitud y de bondad que llevamos dentro.

Además, en un tiempo en el que las coordenadas de la vida parecen moverse en el límite de lo que son "mis derechos, mis deberes y nada más", se busca conformarse con lo mínimo y no se consigue la fundamentación última de las leyes -más allá de la idea de que tenemos que convivir en relativa paz-, vale la pena repasar el diálogo final de la película para profundizar en el verdadero sentido de la ley, y en su paradójica capacidad de liberar o condenar la libertad humana.

Veamos la escena final:


Ilustración de Javert
Javert (Geoffrey Rush) es un policía que persigue implacablemente a Jean Valjean (Lian Neeson) por haber robado, en su juventud, un trozo de pan. Valjean, después de haber sido perdonado y protegido por un pastor anglicano, inicia un camino de reforma, recupera su dignidad y sirve a la comunidad. En una ocasión, pudiendo matar a Javert lo perdona. Pero éste no deja de perseguirlo hasta el final. En la escena que acaban de ver, Valjean estaba dispuesto a entregarse a la Autoridad, en manos de Javert, pero ya vimos que el funcionario tenía otros planes: se sentía condenado por su propio modo de concebir las leyes civiles.


¿Cuál es el sentido de la ley? ¿Quién las ha inventado y cuál es su justa dimensión en la vida de las personas? ¡Se podrían decir tantas cosas!... Me limito a aportar una idea que escuché hace poco y que me pareció novedosa e iluminante: en la terminología minera, la ley es una unidad de medida que determina la pureza de un metal precioso. O sea que mientras más puro, más de ley es. Al oro que conserva su pureza se le llama oro de ley.

A la luz de esta definición, podemos entender el sentido de la ley  como aquel principio de justicia que ilumina la conciencia sin mezcla de error ni engaño, de acuerdo con la propia dignidad y orden de las cosas. Es como dice la famosa canción de Luis Miguel "Oro de ley" que aplica esta definición de ley al amor auténtico:

Soy legal
cuando estoy amándote
no dudes más de mí
yo soy de buena ley
tengo sangre de rey
mi estilo no es mentir
sé que si
que estás arriesgándote
al entregarte a mí
has elegido bien
no puedo engañar
a quien me quiere bien
oro de ley
ese es el precio de mi vida
oro de ley
ese es mi justo valor
oro de ley


El peligro está en concebir las leyes como un instrumento de domino, sin notar en su función purificadora y saneadora de la propia conciencia. Las leyes, si son verdaderas, si no son arbitrarias, ayudan a las personas -tanto al legislador como a quienes las deben cumplir- a adquirir su valor más alto, a ser hombres de ley. En definitiva, a ser buenos.

Javert concebía la ley como un instrumento de poder. Hacer cumplir las leyes era el modo de ejercer el despotismo sobre el otro. ¡Cuántas similitudes con nuestro mundo! ¿Nos nos lleva esto a pensar en una cantidad de legisladores -y autoridades de diversa índole- que se aprovechan de las leyes para ejercer una autoridad arbitraria sobre los demás? Las leyes pueden convertirse en un mecanismo opresor para ejercer la tiranía.


Presos políticos (Venezuela)
Pero el mensaje de la película es fuerte: La conciencia obliga, incluso al déspota, a claudicar. El hombre no es el último legislador de su propia vida, ni de la vida de los demás. Se trata de un principio muy arraigado en la naturaleza humana, que la historia se ocupa de demostrarnos una y otra vez.  

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