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Movistar pone de moda el principio personalista

De vez en cuando aparecen campañas publicitarias que consiguen expresar, mediante un breve slogan atractivo y contagioso, grandes verdades. Tal es el caso, a mi modo de ver, de la campaña publicitaria de Movistar:  Compartida la vida es más.
Aunque los comerciales son bastante inconsistentes, algunos spots reflejan mejor el mensaje que otros. Veamos dos ejemplos: el primero es menos creativo pero tiene más consistencia; el segundo aunque es gracioso expresa otro mensaje:





En todo caso, vale la pena profundizar en la expresión Compartida la vida es más que  bien podría ser la máxima de un movimiento filosófico contemporáneo conocido como el Personalismo. Nace durante el período de entreguerras con Emmanuel Mounier (Revista Espirit 1932). Aunque sus orígenes se remontan a 1903 cuando Charles Renouvier publicó su ensayo titulado “El Personalismo” (defiende la dignidad y el valor absoluto de la persona humana en contra del panteísmo absolutista alemán y el positivismo naturalista de la filosofía francesa).

El personalismo es, quizás, uno de los movimientos actuales más interesantes para profundizar en algunos temas que tienen que ver con el sentido de la persona humana, sobre todo para comprender más a fondo en qué consiste la libertad.

La libertad es un valor que está perdiendo contenido; se está descapitalizando. Se le aclama por todas partes, se le invoca, se le intenta reivindicar por encima de todo y, sin embargo, no se sabe qué es ni para qué sirve. ¿Las razones de esta descapitalización? A mi parecer se podrían sintetizar, teóricamente, en dos grandes ideologías contemporáneas: el individualismo liberal, y el totalitarismo comunista. A estos dos errores intentó hacer frente la tesis personalista cuya propuesta, como veremos, al fin y al cabo se resume en esta frase: ¡Compartida la vida es más! ¡El sentido de la vida es la donación de sí mismo a los demás!

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El individualismo insiste en la idea de que la libertad del hombre es un bien absoluto e intraferible.  Sostienen que la libertad del hombre está finalizada en él mismo, es decir, que la persona se basta a sí misma para dar sentido a su libertad. Por lo tanto, cada persona será feliz si actúa libremente, independientemente de la decisión que tome. Ella decide qué hacer con su vida, con sus talentos, con sus proyectos. El individualismo, además, proclama como fin de la persona el bienestar: el fin de la vida consiste en alcanzar el máximo de bienestar material.

Por el contrario, el totalitarismo y las distintas formas de materialismo socialista insisten en la idea de que lo que importa no es la libertad individual, ni el bienestar, sino el progreso material de toda la sociedad. El hombre, por tanto, debe vivir para el estado porque él es, en definitiva, parte de un engranaje, de un sistema superior, que debe funcionar para la producción económica.

Saliendo al paso de estas dos desviaciones, el personalismo surgió como una postura de vida frente a los movimientos mencionados, una fuente de inspiración y  toma de conciencia para dar un sentido más pleno a la vida, menos materialista que el que proponían los sistemas mencionados. En un primer momento, el Personalismo carecía de referencias metafísicas, esto es, no proponía un sistema filosófico coherente. Hoy por hoy se entiende por “doctrina personalista” muchas posiciones que ponen en el centro de sus consideraciones a la persona humana como ser capaz de donarse. Algunas de ellas están fundamentadas el la filosofía perenne, desde Aristóteles hasta Santo Tomás, y en algunos filósofos y teólogos contemporáneos -herederos del tomismo clásico-, tales como, Etiene GilsonJacques Maritain, Romano Guardini, Josef Pieper, entre otros.

La tesis central del personalismo se podría describir así: la persona es el único ser vivo capaz de descentrarse, de desprenderse de sí mismo. Se trata de una experiencia evidente. Los demás seres vivos realizan todas sus operaciones en torno a sí mismos, a lo que podemos llamar el "se" o centro vital. De este modo, ellos "se" nutren, "se" reproducen, "se" protegen, "se" duermen, etc. Es la autosuficiencia propia de la vida.

Ahora bien, la persona puede trasladar algunos de sus actos, no todos, a un otro que no es el "se". Es capaz de donarse. De este modo,  encuentra la plenitud de su propio "se" cuando se pone en relación con los demás, no para conseguir un interés personal, sino para facilitar el bien del otro. Quien no se busca sólo a sí mismo (su egoísmo, su capricho, sus gustos) sino el bien del otro, ése alcanza a vivir el principio personalista, indispensable, entre otras cosas, para vivir las exigencias de la justicia. Buscar el bien del otro es la esencia en las relaciones de amistad.

Personalismo es la postura que pone en el centro de sus reflexiones a la persona como ser que ama, y que realiza su libertad mediante la donación de sí misma. Es interesante el pensamiento de Romano Guardini al respecto cuando dice: “es un hecho comprobado que, propio en el desinterés, en la extinción del propio egoísmo, el yo alcanza no sólo la plenitud sino también la autenticidad de su ser personal” (Mundo y Persona, 1939).

¿Cómo se ejercita un personalismo compatible con la búsqueda de la propia felicidad?  El principio personalista ha superado la tesis de que la felicidad es una motivación egoísta, ya que al hombre sólo le interesa su propio bien (Kant). Por eso, para Kant, el hombre debía actuar según el deber y no según la propia felicidad. Sin embargo, según la tesis del personalismo, el bien de la persona son los demás, y la clave de la felicidad está en las relaciones de amor que sea capaz de establecer con los demás. Cada acto de libertad está llamado a tener como fin último un propósito de donación a un "otro", que puede ser singular o plural. 

 Aristóteles decía que un amigo es, para los malos, como un apéndice de sus propios intereses y de sus cosas, mientras que, para los buenos, las cosas y sus intereses son como un pequeño apéndice en comparación con sus amigos. El fin de los actos buenos, de las elecciones realmente libres, debería ser el bien de las demás personas. Y todo este comportamiento se justifica porque así cada uno alcanza la felicidad: “Quiero ser generoso, tolerante, misericordioso, etc., justamente porqué quiero ser verdaderamente feliz”. Como decía Cicerón “los hombres han sido creados para que cada uno pueda hacer el bien del otro” (De officiis, I, 4 en Chalmeta: 31).

"La amistad es un pregusto del Cielo" (John H. Newman)
El principio personalista confirma que, en el orden de los bienes que el hombre aspira poseer, la amistad es el más grande: “Todos nosotros sabemos que el amigo es uno de los mayores bienes, y que la falta de amistades y la soledad son una cosa terrible: por este motivo, con los amigos transcurrimos la vida entera, y junto a ellos estamos con la mejor voluntad: con los familiares, con los parientes, con los compañeros, con los hijos con los padres, con la mujer, etc.” (Etica Eudemia en Chalmeta: 32) Queda claro que por amistad se entiende el contenido de toda relación humana, desde con los padres hasta con los compañeros de trabajo.  

Donarse a sí mismo cuesta más
que dar cosas
El mismo Cicerón se preguntaba: “¿Quién hay, en nombre de los dioses y de los hombres, que quisiera nadar en toda riqueza y vivir en la abundancia de todo bien sin que ame a alguno y que sea amado por alguno?” (Laelius de amicitia XV, 52, en Chalmeta: 32)
La dificultad que plantea el principio personalista es que no siempre la donación de sí mismo, en las decisiones particulares, es agradable a los sentidos (placer) o a la afirmación del propio yo (orgullo). Por eso, donarse en cada acto libre cuesta. La donación no es un bien inmediato: Por eso, el camino de la verdadera felicidad resulta ser como una pendiente en subida que exige algunas negaciones al propio yo en aquello que le atrae pero que sólo le conduce a una felicidad aparente, egoísta, solitaria. ¡Tenemos toda una vida para descubrirlo! y también el buen ejemplo de algunos héroes de la entrega de sí que hemos visto aparecer en nuestro siglo. 




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