No sé si el lector comparte conmigo la siguiente impresión: veo nuestra agenda teatral plagada de sexo: “Sexo”, “Sexo y humor a la italiana”, “Sexo con desconocidos”, “Los Prepagos”, “Cómo acabar con tu marido”, “Las Legionarias, gemas preciosas”, “Somos 4 gatas”, “Reflexiones con tres de ellos” y pare de contar. Desconozco si emplean más publicidad que los demás espectáculos, pero siento que nuestras calles también están minadas de carteles alusivos al sexo.
Las personas tenemos un imaginario común. Muchos psicólogos y sociólogos han hablado de esto. Creo que nuestro imaginario actual está inundado de escenas sexuales, la mayoría de ellas adquiridas en espectáculos como éstos... pero que no forman parte de la vida real de las personas, son ficticias. Por eso, a veces pueden fomentar fantasías que alejan de los compromisos verdaderos y estables. Imagino que, entre los espectadores, habrá muchas parejas de matrimonios y novios cuyas experiencias amorosas distan infinitamente de aquello que observan en estas representaciones. Y me atrevo a decir más: ¿no sentirán acaso un poco de vergüenza ajena? Al fin y al cabo, perder esa intimidad propia que conlleva la sexualidad humana supone hacerse mucha violencia a uno mismo para vencer el recato natural que todos experimentamos pero que, ciertamente, ni es invencible ni debe ser exagerado.
Porque no es que el sexo sea un tabú o un acto censurable en sí mismo. Quizás para algunos lo sea, por una moral mal entendida o por escrúpulo. Se trata de una realidad que pertenece al ámbito de la intimidad del amor humano y por eso no es objeto de lo público.
Pero me temo que hay personas que viven un poco obsesionadas por la motivación contraria, esto es, por hacer que el sexo se convierta en el tema central de la vida social, y de la diversión. Las razones pueden ser muchas, pero me pregunto si, en el fondo, tal actitud no será como una vía de escape de tantas frustraciones amorosas, o un modo de paliar la terrible soledad que se experimenta después de una serie de rupturas y desengaños afectivos.
Y es que se puede ver el sexo como un juego, ciertamente peligroso en muchos casos, o como un ámbito de crecimiento y de donación personal. Si se practica como un juego, resultará fácil caer en el vicio y en la dependencia. En cambio, si se orienta hacia un amor estable constituye una fuente inestimable de realización, si bien no está exento de momentos de aridez, de cansancio y de hastío. Son los inevitables vaivenes de la vida afectiva conllevaderos, entre dos, si creemos en la fidelidad.
Comentarios
La proliferación de nuevos teatros por toda caracas no se debe a un crecimiento de las población, ni de niveles de cultura, si no a un crecimiento del negocio. Con tantos actores, directores y productores desempleados, esto se ha convertido en un medio de empleo para ellos.
El sexo vende, esto está más que comprobado, y las personas que están involucradas en este negocio lo saben, sólo toman la vía más fácil para hacer una inversión segura.
Creo además que subestimas a la gente, una persona que tiene cinco, diez o más años teniendo sexo, sabe que no es un juego sin ni siquiera dudarlo un segundo, no sólo por los riesgos conocidos, si no porque la mayoría de las veces hay sentimientos involucrados.
Para terminar el análisis, te digo que creo que las personas deben tener la libertad de decidir a donde ir y a donde no, y si las obras de teatro con esas características van en aumento, es porque la gente está yendo a verlas!
Comparto plenamente tu idea de que el sexo es cualquier cosa menos un juego trivial. Sin embargo ¡cuánto nos reímos a costa del sexo... cuántos chistes, cuánta echadera de broma, cuánta fiesta y guachafita alrededor del sexo! Quizás deberíamos ser más coherentes.