En el tráfico caraqueño, uno suele ver carros pintados con frases como éstas: "soy licenciada", "mi hija es bachiller", "soy médico", etc. Lo que nunca he visto es "soy ama de casa", "soy mamá full time", “seré mamá (o papá) por tercera o cuarta vez” o algo por el estilo. Lo que parece un logro importante en la vida es llegar a ser profesional. Por alguna razón, la opción de permanecer en casa y de formar una familia numerosa, no se ve como parte de la realización personal, y por eso se lleva como a escondidas.
Aunque en nuestro joven País abunden los niños, la estructura familiar se ha venido debilitado considerablemente. Cada vez hay menos matrimonios y son menos las familias estables y con muchos hijos. La mujer, por su parte, ha venido asumiendo funciones cada vez más importantes en la sociedad, al tiempo que aumenta su presencia en la vida académica, pública, científica y cultural. Sin embargo, todos sabemos lo difícil que le resulta asumir la maternidad. Me contaba una joven profesional con dos hijos pequeños el heroísmo de su jornada cotidiana que comienza a las 4:30 de la mañana, para poder cocinar, dejar a los niños en la escuela y llegar puntualmente a su trabajo.
Sin hacer alarde de victimismo, los derechos de la mujer y de la familia todavía tienen un buen trecho por recorrer en nuestro aparato legislativo. No se trata de poner paños calientes -dígase subsidios- al problema del embarazo adolescente ni de la deserción escolar. Mucho menos llenar las parroquias y municipios de guarderías y casas de cuidado diario. Se trata más bien de plantearnos políticas públicas enderezadas al fortalecimiento de la familia y del matrimonio, a
reconocer la centralidad de la mujer en el hogar, valorando la función de las amas de casa como auténtico trabajo profesional, digno de reconocimiento social, asistencial y salarial.
Garantizar la defensa del embarazo, de la familia, de la mujer y del matrimonio supone movilizar una auténtica revolución, silenciosa, de progreso, de civilidad y de bienestar sobre todo. Donde mejor se encuentra la persona es en familia, con madre, padre, hermanos, abuelos, tíos, primos y todos aquellos que, de una u otra manera, forman parte del día a día de un hogar.
Sin hacer alarde de victimismo, los derechos de la mujer y de la familia todavía tienen un buen trecho por recorrer en nuestro aparato legislativo. No se trata de poner paños calientes -dígase subsidios- al problema del embarazo adolescente ni de la deserción escolar. Mucho menos llenar las parroquias y municipios de guarderías y casas de cuidado diario. Se trata más bien de plantearnos políticas públicas enderezadas al fortalecimiento de la familia y del matrimonio, a
reconocer la centralidad de la mujer en el hogar, valorando la función de las amas de casa como auténtico trabajo profesional, digno de reconocimiento social, asistencial y salarial.
Garantizar la defensa del embarazo, de la familia, de la mujer y del matrimonio supone movilizar una auténtica revolución, silenciosa, de progreso, de civilidad y de bienestar sobre todo. Donde mejor se encuentra la persona es en familia, con madre, padre, hermanos, abuelos, tíos, primos y todos aquellos que, de una u otra manera, forman parte del día a día de un hogar.
Comentarios
Yo soy una lectora "silenciosa" pero constante. En esta oportunidad rompo el silencio porque este tema ha estado rondando en mi cabeza en los últimos meses y de hecho, he estado comentado algunas de estas cosas con mis amigos y familiares.
Desde hace días he sostenido firmemente mi conclusión al respecto, luego de investigar y leer tanta información sobre los Derechos de la Mujer en el mundo, sobretodo en América Latina (donde aparentemente, como mujeres occidentales llevamos una ventaja significativa con respecto a nuestras congéneres de África y Asia, por ejemplo), estoy convencida entonces de lo siguiente:
En adelante, los cambios en materia de Derechos, igualdad y beneficios socio-económicos, dependen de nosotras mismas y la capacidad (innata y hasta evidente) de despertar la consciencia de quienes nos rodean CON EL EJEMPLO. Las variables de que nuestro ejemplo influya lo suficiente para renovar el concepto de la igualdad de la mujer y su importancia en el núcleo familiar (siendo la mujer el núcleo, aquí no hay otra verdad), es un asunto de interioridad femenina. Una mujer que no se reconozca como tal, que no abrase su naturaleza y luche por explotarla en función de descubrir las maravillosas capacidades para las que estamos hechas, no llegará a encender a su alrededor ni mucho menos en los ambientes donde se desenvuelva, la chispa del cambio e interés que necesita el mundo actual para valorar su existencia.
¿"Cada vez hay menos matrimonios y son menos las familias estables y con muchos hijos"? Difiero. La estabilidad de una familia también es responsabilidad de la mujer, quien la procrea y la impulsa. Y el número de hijos es un tema de responsabilidad social, no se puede tener más de 2 hijos en un país donde la economía nos apunta que la Cesta Alimenticia (para una familia de 4) es superior a la del sueldo mínimo.
La mujer no es un ente, cada una es un individuo y lo que queramos ser, es un asunto individual. Si una mujer acepta casarse con un hombre de dudoda reputación (borracho, malandro, irresponsable, infiel) es su responsabilidad aceptar las consecuencias de un mal matrimonio y, si ha tenido hijos como arroz sin aprender a valorar su sexualidad y la bondad de dar vida, es un problema cultural y de crianza.
Tengo mucho más que comentar, pero temo aburrirte.
¡Un abrazo! Y una recomendación en vídeo que recién me envió un gran amigo, feminista por cierto (sí, un raro espécimen) de una gran mujer que con su oficio y ejemplo ha cambiado vidas: http://www.youtube.com/watch?v=mEqdnIgCp_A