La pregunta parece dirigida al filósofo moderno Nietszche,
que en una célebre frase dijo que Dios había muerto porque él lo había matado.
En realidad, la sentencia del filósofo es sobre todo una conclusión necesaria a
todo el curso del pensamiento moderno que después de una serie de eventos,
progresos científicos, teorías de la supremacía del hombre y de su razón
científica sobre toda la realidad, etc., ya no juzga necesario seguir
sosteniendo la idea de Dios para explicar una serie de cuestiones que la ciencia, el
progreso y la razón humana pueden explicar. Es suficiente con el hombre…así nos
lo hacen creer.
Pero para matar a Dios la filosofía ha tenido que reducirlo
a una idea, a un concepto subjetivo o a un slogan propagandístico. Si Dios es
una idea, lo podemos desechar. Porque al Dios real, objetivo, invisible, nadie
lo ha visto, nadie lo puede ver ni agarrar y mucho menos matar.
Pero no parece ser ésta la única vía para buscar respuesta a
la pregunta sobre la presunta muerte de Dios. También el Credo de la Iglesia
Católica nos dice que Dios se hizo hombre y murió por nosotros:
Y por nuestra causa
fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato
Padeció y fue
sepultado
Y resucitó al tercer
día según las Escrituras
Dios, el único Dios verdadero, ha llegado mucho más lejos de lo que los filósofos
hayan podido pensar. Dios no es una idea sino un ser personal, amoroso y libre,
que ha querido asumir la condición humana, se ha hecho hombre, para estar cerca
de los hombres. Ha vivido como hombre y ha muerto en manos de nosotros los
hombres.
Dios ha muerto, sí, es una verdad que confesamos en el
Credo. ¿Por qué? Porque ha querido asumir la condición humana en todo, no sólo
en lo bueno y en lo grato, sino también en el sufrimiento, en el dolor, en la
soledad y en la agonía de la muerte. Por eso ha decidido encarnarse
y morir, para acompañarnos en todos nuestros sufrimientos como un igual. Y luego resucitó y
vive porque Dios, en su naturaleza divina, no puede morir definitivamente.
La muerte dolorosa y sanguinaria de Jesucristo, Dios encarnado, es una realidad que
los cristianos rememoramos todos los años alrededor de la Semana Santa. Dios ha
muerto, sí, por nosotros y por nuestra salvación. Y ha resucitado en carne y
hueso. Vive y ya no morirá. Y nos acompaña en el dolor, en la enfermedad, en la
soledad, en la traición y en la pobreza porque su amor supera la muerte y la
distancia.
Comentarios