Antes de pasar a la segunda nota musical, una última imagen
que puede ayudar a comprender el alcance del dominio de sí es la del pájaro
colibrí.
Este maravilloso volador es capaz de mantenerse en el aire, estático prácticamente, gracias a la gran velocidad de movimiento que tienen sus alas. Del mismo modo, cuando pensamos en una p ersona con dominio de sí, podemos
imaginarnos un ser estático, imperturbable, como suspendido en el aire. Sin
embargo, esa aparente quietud proviene de una gran velocidad para asimilar las
situaciones y dar con la respuesta adecuada, sin dejar que sus reacciones le
hagan ir de aquí para allá, del llanto a la carcajada, de la ira al amor
idealizado. Los ejemplos tienen sus matices y sus límites, pero aún así creo puede
servir.
Este maravilloso volador es capaz de mantenerse en el aire, estático prácticamente, gracias a la gran velocidad de movimiento que tienen sus alas. Del mismo modo, cuando pensamos en una p
Pasemos ahora a la nota RE que nos lleva a la virtud de la
responsabilidad. Se trata de un valor que no parece estar tan en boga como el
de la libertad, sin embargo, no son más que las dos caras de una misma moneda.
Todos queremos sentirnos libres, libres, libres pero no estamos dispuestos a
ASUMIR, hasta el final, las consecuencias de esa libertad. Alguna vez alguien
comentó que al lado de la estatua de la libertad deberíamos colocar una que
rinda honor a la responsabilidad.
A mediados del siglo XX, un grupo de jóvenes decidieron
poner en marcha un movimiento liberador; una revolución basada en el amor que
fuera eliminando las cadenas opresivas de la sociedad de su tiempo: el exceso
de normas, el odio, el materialismo, el hambre de poder, el racismo, etc. A
ellos, lo sabemos bien, les llamaron los hippies,
precisamente porque vivían sin ataduras, libres, cantando, bailando, viviendo
según la única ley del amor.
Pero el binomio libertad-amor no marcha bien si no se conjuga
con la responsabilidad. Decía Juan Pablo II que un amor que rehúsa la
responsabilidad es su propia negación, ya que no es más que egoísmo. En la
medida en que una persona se siente más responsable de otra –de su salud, de su
bienestar, de las consecuencias de sus actos, de su felicidad, etc.– tanto más
demuestra su amor por ella. Amor y
responsabilidad son dos co-principios que engendran la auténtica libertad de
amar. Asumirse mutuamente hasta el final: en esto consiste la libertad del
amor.
No debemos confundir la responsabilidad con el afán de
querer tener el dominio absoluto de todo y de todas las personas que queremos,
así como tampoco debemos confundirla con la autosuficiencia de quien cree que se basta a sí mismo
para solucionar sus problemas. Hay cosas que escapan de nuestro dominio
personal y de esas no somos responsables aunque bien nos gustaría serlo. Por
eso, un hombre o una mujer responsables conoce bien sus limitaciones, sus
capacidades y sus debilidades. Asume lo que realmente puede asumir y rechaza
las acciones que le traerían consecuencias que se escapan de sus posibilidades
reales. Tampoco debemos confundir la responsabilidad con la avaricia de quien
acumula y acumula bienes materiales para asegurarse un futuro que ni siquiera
sabe si vendrá para él o para ella.
Relativo a esto es el término que desde hace varias décadas se
está promoviendo, pero que merece ulteriores explicaciones. Se habla mucho de
paternidad y maternidad responsable, y es absolutamente comprensible y
necesario que se promueva la responsabilidad en este campo. Sin embargo, por
los término en que se promueve parece que, en ocasiones, lo que se está promoviendo es una
paternidad confortable, más que responsable. No
debemos entender la responsabilidad de la paternidad y de la maternidad sólo y
únicamente desde el punto de vista económico, con lo cual el problema se
resolvería –como de hecho se pretende hoy en día en muchos países ricos y menos
ricos– limitando el número de hijos. Es claro que la responsabilidad de los
padres implica la asistencia material de los hijos, y que sería una gran
irresponsabilidad no asumirlos económicamente; pero el alcance de la paternidad
responsable trasciende infinitamente el ámbito material y del confort.
Tanto es así, que puede que algunos padres de familia modesta y numerosa sean
muy responsables en la educación de sus hijos, porque les están transmitiendo el valor del
sacrificio y del compartir con sus hermanos y hermanas sus cosas. Esta actitud es mucho más responsable que
educarles egoístamente con todas las comodidades materiales que, sin embargo,
muy pocas virtudes les ayuda a fomentar, y no les hace tan felices como lo serían
si pudieran convivir con muchos de su misma sangre.
La responsabilidad de asumir una vida humana implica tener
conciencia de que los bienes espirituales y relacionales son muy superiores a
los materiales. La paz de conciencia que trae la auténtica paternidad
responsable no se alcanza mediante una rendición de cuentas del tipo “les di
esto, les di lo otro” sino gracias a una "conciencia sincera del don de sí", es decir, por la certeza
de habernos dado nosotros mismos a los hijos, ya que supimos darles nuestro
tiempo, nuestros planes, afectos, comodidades, etc. Por eso ¡qué importante es que no confundamos la
paternidad responsable con la paternidad confortable!
Comentarios
Les envié el artículo a mis hijos y a sus amigos. Besito, Lillian Malavé
Ciertamente, la responsabilidad se vincula con el compromiso, en relaciones humanas básicas (familia, amigos, pareja, laboral). Citando a Savater, que todo inicia con la libertad, en la medida que se cumple lo prometido dentro de un contrato o convenio previo, es la garantía de responsabilidad.
Lo curioso es que éste intangible, es tan preciado como la confianza, como valores imprescindibles para evolucionar. Bendiciones mil, Mercedes.
Gracias por tus escritos, siento que soy responsable de esas esas notas a las que haces referencia y tocarlas como una melodía o un gran ruido, solo dependen de mí.
Rosanna Cariello de González