Repaso las declaraciones recientes de la diputada Dinorah Figuera acerca de la necesidad de discutir sobre la ley de matrimonio igualitario, y me surgen una serie de interrogantes al respecto. En primer lugar, la realidad contexto-país. La diputada dice que esta discusión une a los venezolanos, pero basta ver los comentarios a sus declaraciones para darse cuenta de que no es así. Hay un sin fin de argumentos para ir en contra de la aprobación de esa ley; uno de ellos, muy básico, es la falta de investigación sociológica, jurídica, asistencial y educativa, en materia de orientación sexual.
Los comentarios que pude tomar. Fuente: Noticias24 |
No basta con atender a las demandas de un grupo minoritario, ni tampoco con dejarse guiar por comparaciones con países como Francia, Inglaterra, Estados Unidos o España. Es necesario que se levante la data pertinente sobre el caso concreto de Venezuela, según los problemas que sufre nuestra población. Por ejemplo ¿cómo estamos en materia de educación sexual de carácter integral y humanizador? ¿cómo se atiende a las familias que tienen hijos con problemas de alcohol, droga, que han sufrido todo tipo de maltrato, violaciones, o que presentan trastornos psíquicos? ¿qué apoyo se da a las madres solteras y adolescentes que no tienen la suficiente madurez para educar a sus hijos cabalmente? ¿cómo podemos ayudar a los padres de familia para que no abandonen el hogar ni cometan delitos sexuales con sus hijos e hijas? Y en cuanto a los jóvenes: ¿Cómo podemos fomentar la responsabilidad de llevar una vida saludable en el noviazgo y en la diversión, sin caer en vicios como la promiscuidad, la prostitución o la pornografía? La desatención a estos temas genera grandes problemas en materia de salud pública, educación y estabilidad matrimonial.
La diputada esgrime la situación de los enfermos de VIH en Venezuela, producto de la discriminación que sufren en los hospitales. Le pregunto ¿de verdad cree que esos problemas van a desaparecer una vez aprobada la ley de matrimonio igualitario? ¿por qué no se discute entonces el otorgamiento de un crédito adicional para fomentar la investigación científica y la atención interdisciplinaria de los enfermos de sida? Estoy convencida de que todos los enfermos incurables, en Venezuela y en el mundo, merecen una esmerada atención, cuidado y acompañamiento, pero sinceramente no creo que discutiendo una ley de matrimonio igualitario se vaya a fomentar esta conciencia de la dignidad de la persona humana. La doctora Figuera sabe, además, que en nuestros hospitales no hay insumos ni para atender un parto.
No es cierto tampoco que el Papa Francisco haya dado declaraciones que, implícitamente, insten a los gobiernos a discutir sobre la naturaleza del matrimonio fundado en la unión hombre-mujer. El llamado al respeto, a la no discriminación y a la caridad fraterna con todos, independientemente de su orientación sexual, racial o cultural, ha sido una súplica constante de todos los papas que he conocido, sin negar por ello la esencia de las cosas. Para la Iglesia Católica, que el Papa Francisco fielmente representa, la persona humana es sagrada y, en el marco de su carácter social, la Iglesia entiende que la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, es la primera y más fundamental unidad de la sociedad, templo para la concepción y la crianza de los niños en el respeto, la tolerancia, el amor a su identidad personal y a la dignidad inviolable que poseen.
Por todo lo dicho, creo que la comisión de familia de la Asamblea Nacional tiene infinitos temas que discutir. Un diputado, en su condición de representante de un gran número de venezolanos, y no sólo de grupos minoritarios –a los que hay que atender y servir, ciertamente, pero con seriedad y no como resultado de un lobby exagerado–, debería poner el acento en el respeto de los derechos humanos más fundamentales del hombre y de la mujer, que aquí se están violentando diariamente y afectan a las familias venezolanas; debería proponer políticas para la mejor defensa y fortalecimiento de la estructura familiar, y para el ejercicio de los derechos y responsabilidades de los padres de familia, por ejemplo, en la elección de la educación de sus hijos sin ningún tipo de condicionamiento ideológico.
Aunque todas las personas merecen nuestro más sincero afecto y respeto, hay que pensar mucho más en el bien de los niños y niñas. Ello nos remite casi por completo a la necesidad de fortalecer el amor conyugal en la familia. Son cosas que un servidor público, más aún si se trata de un médico, debería promover. Por eso le pido que sea seria, diputada.
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