Rafael Caldera recuerda la participación de Andrés Eloy Blanco en la Asamblea Constituyente de 1946. En medio de un clima tenso, de eternas discusiones y hechos de violencia, el poeta supo mantener la calma, en su posición de presidente de dicha Asamblea, gracias a su "fino temperamento", a su gran educación, nivel cultural, y, sobre todo, a su notable simpatía y buen humor.
"En el seno de la Constituyente, se afanaba en mantener todo el grado de cordialidad posible" afirma Rafael Caldera. Andrés Eloy enviaba papelitos escritos a lápiz con versos de humor, que levantaban los ánimos de los asambleístas y los hacía sonreír de vez en cuando. Por ejemplo, narra Caldera que en medio de un largo debate entre Andrade Delgado y Ambrosio Perera, el poeta escribió: "Para que este augusto coro / se convierta en un cisco / Andrade se comió un disco / y Ambrosio se comió un loro". Un cisco es un bullicio o un alboroto. Excelente modo de quitarle importancia a las discusiones airadas.
En otra ocasión, un diputado envió a su madre como suplente para que ocupara su curul mientras él llegaba. Ante semejante ocurrencia, el presidente de la Asamblea escribió en uno de sus acostumbrados papelitos: "La suplente está en delito / porque así, burla burlando / nos metió de contrabando / un diputado chiquito". Y cuando eran asuntos médicos los que prolongaban las discusiones, decía: "Cuando se plantea un debate / o médico, o sanitario / se acaba el queso, el tomate / y el tiempo reglamentario".
Al entregar su cargo, el poeta Andrés Eloy pudo decir con plena consistencia: "os vengo a decir que ese signo purísimo de la palabra popular (la campanilla) no tembló nunca en mi mano; que estimaría como el mejor de mis orgullos el que dijerais que mi modesto trabajo se distinguió por el respeto igual a las fracciones en el combate parlamentario".
Repasar estas escenas de nuestra historia legislativa nos llena de orgullo y de fuerza en la lucha por el rescate de la dignidad de la Asamblea Nacional. No se trata de convertirla en una cúpula de intelectuales y discursos rebuscados, sino en devolverle su consagrado carácter de órgano de representación popular, que formula y vela por las leyes de la patria, respetando la pluralidad y la hermandad de todos los venezolanos. Para eso no hace falta ser rico, ni condecorado, ni resabido, pero sí orgullosamente criollo, enamorado de nuestras tradiciones y de nuestra idiosincrasia popular.
Si algo ha vilipendiado el chavismo ha sido el espíritu del lenguaje popular, sustituyéndolo por una reata de insultos, frases malsonantes y de doble-sentido, que en lo absoluto reflejan lo popular sino lo vulgar. Lamentamos que la sabiduría que contiene una idea expresada en buen venezolano, ya no tenga cabida en la jerga de las personas que gobiernan, lo que nos hace pensar que carecen de arraigo y cultura, en el sentido más profundo del término que hace referencia al cultivo de sí mismo, a la calidad humana, a llevar con dignidad el gentilicio venezolano.
Todo esto viene también muy a cuento a la hora de plantearnos el tema del diálogo. Porque de nada servirá contar con el mejor mediador del planeta, si no se sabe hablar con respeto, en buen criollo, sí, pero rescatando el espíritu de lo popular y culto que supieron sembrar venezolanos insignes como Andrés Eloy Blanco y otros tantos.
@mercedesmalave
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