Marginados, excluidos y desechados de esta pseudo-revolución de amor y patria, han sido los enfermos, los pacientes, los venezolanos que sufren de cualquier enfermedad o dolencia física. No hay insumos médicos, no hay vacunas, no hay camas en los hospitales, no hay quirófanos suficientes, no hay anestesia, no hay medicinas, no hay investigación, no hay equipos para hacer diagnósticos ni aplicar tratamientos, no hay agua, no hay luz, no hay seguridad... Pero, sobre todo, no hay nadie en el Poder con el mínimo de clemencia y compasión para abogar por estos venezolanos, que son los seres más vulnerables y delicados de la crisis económica que estamos atravesando. La única noticia que tenemos de los "logros" del Ministerio de Salud, es que una de sus cabecillas se "forró" de plata, haciendo sus negocios a costa de la vida, el dolor y el dinero de todos los venezolanos.
Las historias son como para escribir libros de crónicas. Ojalá la pluma de algún cronista agudo se atreviera a recogerlas. Pero nuestro sistema de salud parece una tierra de nadie, un lugar impenetrable, una zona que ninguno se atreve a pasar. Apenas nos llegan declaraciones y denuncias sobre el tema, pero no la vivencia, la constatación de cómo se están pisoteando los derechos humanos fundamentales de niños, adultos y ancianos enfermos. Me contaba una amiga que estaba en su fase terminal de un cáncer tremendo, que cuando fue al Seguro Social a buscar el quinto o sexto tratamiento, distinto, de quimioterapia que le aplicaban, le dijeron en la ventanilla que no se lo podían dar porque, aunque ella lucía demacrada, raquítica y con una pañoleta en la cabeza, debía presentarse "personalmente y con una fe de vida". Semejante contradicción no cabe sino en una persona ciega o despiadada.
También me relataba una médico joven que está cumpliendo con el Artículo 8, mejor conocido como "la rural", en la isla de Toas, estado Zulia, que desde hace unos meses decidió montar un voluntariado con amigas, para ayudar más a esas personas. Un día no pudieron hacer el viaje a la isla porque no había gasolina para la lancha que navega sobre petróleo venezolano. Entonces, decidieron ir al caserío más cercano en tierra firme. A lo lejos vieron unas niñas jugando, y decidieron ir a conocerlas. Ellas estaban "por casualidad" con una mamá que tenía un bebé entre sus brazos. El niño, de cuatro meses, casi no podía respirar ¡75 respiraciones por minuto! Parecía tener una neumonía grave, y además había nacido prematuro. Inmediatamente lo trasladaron al hospital universitario. La madre lo quería llevar pero no tenía dinero para el pasaje. En el trayecto, la médico le preguntó a la señora si había rezado, pues era un milagro que ellas hubiesen ido a ese lugar. La buena mujer respondió que sí, que estaba rezando por su hijo. Al llegar al hospital, por supuesto, no había cupo, pero se encontraron con un amigo que estaba de guardia en pediatría, que tomó el caso de inmediato. Así fue como ese bebé pudo ser ingresado en el hospital... de milagro.
Por eso digo: ¡Tienes trabajo José Gregorio Hernández! Mientras los políticos se entregan a sus complicadas agendas, los corruptos preparan sus "guisos" y los militares van destruyendo todo lo que un civil entrega en sus manos, a ti te toca curarnos, protegernos, a través de personas que se compadezcan, librarnos de amputaciones propias de la medicina de guerra, interceder por nosotros y conseguirnos las medicinas. Sobre todo, alcánzanos el camino de la libertad y de la honradez, para poder así recuperar, poco a poco, persona a persona, nuestra dignidad enferma, infectada por la codicia de unos pocos.
@mercedesmalave
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