Suelo decir a mis alumnos de pensamiento latinoamericano, que uno de los muchos méritos que conocemos de la generación del 98 –Ortega y Gasset, Unamuno, Valle-Inclán, Azorín, Juan Ramón Jiménez, entre otros– es que lograron comprender a España desde América, y a América desde España. Ellos consolidaron un pensamiento auténticamente moderno e hispanoamericano. Digo esto para introducir una cita de Ortega con la que me encontré, últimamente, plenamente identificada.
Dice Ortega en sus "Sencillas reflexiones" lo siguiente: "tengamos una sublime lealtad: declaremos que no podemos señalar con exactitud el lugar de nuestro mal, y que, como decía Heine, nos quejamos de dolor de muelas en el corazón. En esta tierra, donde sinceramente somos cada uno enemigo de los demás, nadie encuentra su enemigo particular".
Una peculiaridad del dolor de muelas es que no se percibe claramente en la zona del problema. Por lo general, sentimos que el dolor proviene de otra área: Es sistemático. La genialidad de aplicarlo como símil a los sufrimientos morales no tiene desperdicio, y no se le atribuye a Ortega y Gasset sino al alemán Heine, que desconozco en qué contexto lo dijo. En todo caso, en esta tierra nuestra, en nuestro actual contexto, la frase viene como anillo al dedo. Sentimos un profundo malestar, un terrible dolor moral y, por ello, nos enemistamos con todo el mundo, nos encontramos faltos de confianza, nos defendemos de cualquiera que se nos acerca... pero no alcanzamos a reconocer que la única raíz del problema está en cada uno de nosotros, y en todos como sociedad. Nos desembarazamos de las causas, sólo nos sentimos víctimas y creemos en soluciones inmediatas.
Lo más peligroso es cuando, debido a la desorientación causada por el dolor, extraemos un diente sano por no haber hecho un buen diagnóstico y reaccionar con precipitación. En la vida social se nota esta actitud por la tiradera de flechas: "es aquí, es allá", "fuiste tú", "te equivocaste", y así sucesivamente. Pasando al terreno político, uno de los peligros del pragmatismo es que lo reduce todo a táctica, a estrategia, a método. Si la cosa sale mal, si falla el plan, entonces adviene la catástrofe: hay que señalar al culpable –que no es la enfermedad–, nos olvidamos del verdadero mal, confundimos la parte sana con la enferma o, peor aún, no diferenciamos la parte del todo. "Que se vayan todos" clamaban los argentinos, y allí siguen con su dolor de muelas intacto.
Convenzámonos de que estamos atravesando las horas de la "sublime lealtad", en palabras de Ortega. Sólo la unidad es el camino para extraer la muela cariada, y el remedio para proteger a los demás miembros sanos. El respeto a la pluralidad, la colegialidad en las decisiones, el saber escuchar la posición del otro y negociar un acuerdo, aun a costa de desprenderse de algunos intereses particulares, es la única vía para garantizar el equilibrio ideológico y político de la nación en el futuro. Si comenzamos a descartar partes, si lo reducimos todo a maniobra coyuntural, a la vuelta de la esquina estaremos igual, con el mismo dolor de muelas que nos aqueja hoy. Venzamos el mal primero en cada uno de nosotros.
@mercedesmalave
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