Temblamos de pavor cuando oímos a esas voces sabias del país decir que la crisis de Venezuela, mucho más que una crisis política o económica, es una crisis moral. Es pavoroso porque, aun sumando todos nuestros esfuerzos en la búsqueda de una solución pacífica, constitucional y electoral para recuperar la democracia, parece que nos quedamos cortos a la hora de dar con la solución a los problemas. Notamos la magnitud de esta crisis en todas partes: delincuencia, droga, embarazo adolescente, aborto, alta tasa de divorcios, fraudes, estafas, narcotráfico, prostitución creciente, deserción escolar, intolerancia, conducta violenta en las calles, lenguaje soez, mentiras por doquier, etc. Sin duda, Venezuela está sumida en una profunda crisis de valores que difícilmente resolveremos de la noche a la mañana; al contrario, si no acertamos en el rumbo puede que, con todo y democracia, empeoremos. El caso europeo es elocuente al respecto.
La solución no está en el cambio de sistema o de modelo. No es el capitalismo ni el liberalismo la clave para superar una crisis moral. Esto lo sabemos de sobra, sin embargo, pareciera que los políticos, los juristas, los expertos, los economistas, no consideran el ámbito moral porque no es lo propio de su ciencia, y por eso no se atreven a dictaminar soluciones en esta materia. Pero resulta que sin la base ética todo sistema cae, colapsa, incumple su promesa porque no alcanza sus metas.
Por eso hoy, Día Internacional de la Mujer, la opinión pública y las diversas organizaciones que luchan por los derechos de la mujer, nos brindan la oportunidad de mirar más allá de las soluciones parciales, y fijarnos en las profundas, en las raíces antropológicas y sociológicas del problema, en el papel formativo de la mujer y en su insustituible aporte al porvenir venezolano. Podemos decir, sin temor a la generalización, que cada venezolano es lo que una mujer, posiblemente su madre o una que haya hecho sus veces, le haya enseñado. En las manos, los gestos, las palabras, el tono de voz, los brazos y la mirada de las mujeres está el futuro encarnado, libre y virtuoso de la Patria, porque ellas cargan sobre sí a cada venezolano niño, joven y hasta adulto, pues su influjo muchas veces no caduca sino hasta la muerte. Hace días me comentaba una madre recién alumbrada, lamentablemente había caído en la prostitución, que ese niño recién nacido -y otro que tenía ya dos años-, casi sin hablar, ya le estaban reclamando una conducta más ejemplar; pero que ella no podía hacer nada porque le había agarrado "gusto al dinero". Mujeres así deben ser rescatadas cuanto antes, pues de ellas depende el freno al crecimiento incontenible y exponencial de la delincuencia.
En cambio, vemos cómo otras mujeres madres, esposas, tías, madrinas, abuelas, constituyen un pilar de valores en su entorno. Ellas son la morada, el calor de hogar, el amor incondicional que recibe al otro simplemente porque es, y no por lo que tiene. Mujeres fuertes que, en el trabajo y en el hogar brindan cercanía, consuelo y humanidad; que no se dejan arrastrar por las adversidades, ni tampoco por razonamientos excesivamente teóricos o pragmáticos porque siempre tienen en su mente y en su corazón los problemas concretos, humanos y existenciales, de los demás. Por eso saben contrarrestar las medidas, acentuar la importancia de los valores, defender la libertad.
Actualmente, vemos en nuestro país las aulas universitarias llenas de mujeres en todas las carreras y universidades venezolanas. Sin embargo, muchas permanecen confundidas en relación a su proyecto de vida, al valor de su cuerpo y de su sexualidad. Una campaña mundial que pretende despojar a la mujer de su dignidad y enorme capacidad de entrega y sacrificio generoso, ha hecho también de las suyas en nuestro país. Lo mismo ocurre con otras organizaciones que, con consignas un tanto anticuadas y en desuso, hablan de egoísmo disfrazado de derechos reproductivos, que no son tales, ya que la vida de otro es un don que se nos confía, y no un bien que nos pertenece. Hay que salir al paso de ideologías que, aun con buena intención, pretenden rebajar la verdadera proyección social de la mujer, que parte del buen manejo del hogar y se proyecta luego hacia todas las esferas de la sociedad. Algunas hacen compatibles ambas funciones, otras optan por la dedicación total a su hogar, decisión que debería ser aplaudida por las instituciones públicas ya que, donde hay una mujer volcada hacia unas personas concretas, allí disminuyen los subsidios y gastos del Estado para suplir la falta de mujeres que velen por la vida, el cuidado, la salud, el vestido, la alimentación, educación, etc. de las personas vulnerables.
No me quiero extender mucho más: sólo dejar un bosquejo, un boceto, que dibuje los rasgos de una crisis, y una posible solución ética, antropológica, a los problemas nacionales. A cada organización política, civil, educativa y cultural le corresponderá estudiar con profundidad, sin superficialidades ni consignas en voga, el rol fundamental de las mujeres en el porvenir de Venezuela.
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