El terrible atentado en Nueva Zelanda contra decenas de almas inocentes por el hecho de ser musulmanes, mereció la siguiente consideración de un fraile colombiano: “Si ellos (los musulmanes) hacen ataques terroristas contra nosotros (cristianos occidentales), entonces nosotros los hacemos contra ellos. Es la Ley del Talión en su peor versión. Los colombianos, así como otros pueblos, sabemos muy bien a qué clase de infierno conduce esa lógica: una escalada de violencia, una carga de dolor espantosa, un vergonzoso torrente de sangre inocente”.
Desechar esa lógica, a lo largo de nuestro tormentoso siglo XX, ha sido misión de los Papas que han tenido que sufrir calificativos de silentes, cómplices, colaboracionistas, fascistas y comunistas. A Pío XII lo acusaron de colaboracionista de Hitler. Cuando murió, Golda Meier afirmó: “cuando el martirio más espantoso golpeó a nuestro pueblo durante diez años del terror nazi, la voz del pontífice se elevó a favor de las víctimas. Lamentamos haber perdido un servidor de la paz”.
El Papa bueno
Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II. Uno de sus corolarios fue que los tiempos no estaban para anatemas ni condenas. Llamó la atención la presencia de dos representantes del patriarcado de Moscú, gracias a los “acuerdos de Metz”: negociación que selló el compromiso de la Santa Sede de abstenerse de pronunciamientos condenatorios del comunismo. Adicional a esto fue la liberación del arzobispo de los ucranianos greco-católicos Mons. Slipij que, tras un largo cautiverio, fue trasladado a Roma y se incorporó al concilio.
Cuentan que Juan XXIII supo que en 1929 el papa Pío XI respondió a quienes le criticaban por haber negociado con Mussolini: “Cuando se trata de salvar almas, tenemos el valor de tratar con el diablo en persona”. A lo que Juan XXIII se limitó a responder: “yo también”. Durante su pontificado, el “Papa bueno” levantó el anatema que golpeaba hasta entonces en mundo comunista, en su conocida encíclica sobre la paz. Sus acercamientos al líder de la Unión Soviética de entonces, Nikita Kruschev, le merecieron la crítica de líderes demócratacristianos como Konrad Adenauer.
Pablo VI y Juan Pablo II
Pablo VI continuó la línea de su predecesor y evitó a toda costa la ruptura entre los episcopados locales y el Vaticano. Estableció como eje central de gobierno el diálogo: diálogo intraeclesial, diálogo entre los cristianos separados y diálogo con los ateos y no cristianos. Demostró una enorme preocupación por la situación de los trabajadores y sus luchas sindicales. Quería que se le reconociera como el Papa obrero.
Mención especial merece la relación entre la Santa Sede y la iglesia polaca durante el pontificado de Pablo VI. La política vaticana llegó a retirar el reconocimiento al gobierno polaco en el exilio; estableció relaciones diplomáticas con el gobierno comunista y nombró un nuncio que fue rechazado por los cardenales Wyszynsky y Wojtyla. Al poco tiempo Wojtyla se convertiría en Papa. El nuevo pontífice mantuvo en sus cargos a los cardenales responsables del diálogo con los comunistas, Villot y Cassarolli, artífices de la “ostpolitik” vaticana, lo cual no fue óbice para que el santo papa Juan Pablo II promoviera la lucha por los derechos humanos de los cristianos que vivían tras el telón de acero, sin alterar la política de dialogo que mantuvo la Santa Sede con los gobiernos comunistas hasta su disolución.
Papa Francisco
Hecho el recuento a vuela pluma, a nadie le extraña que sobre la figura del Papa Francisco caiga el chaparrón de campañas difamatorias y acusaciones de comunista a quien no ha hecho otra cosa que gobernar en perfecta continuidad con sus predecesores, siguiendo las orientaciones del Vaticano II.
Maria Corina Machado dijo, a propósito del sexto aniversario del pontificado del Papa Francisco: “Debo decir que la Iglesia católica venezolana ha sido una de las instituciones más lúcidas, más coherentes, más firmes, y más valientes en denunciar la naturaleza totalitaria del régimen (…) sin embargo, nosotros sentimos que el pueblo de Cristo en Venezuela está expectante y necesita una posición clara, firme y cercana por parte del papa Francisco”.
También hizo referencia a Juan Pablo II en contraposición a Francisco, lo que hace pensar que le hace falta documentarse. ¿Qué hubiese declarado María Corina cuando Juan Pablo II ratificó en sus cargos a los cardenales que retiraron el apoyo al gobierno polaco en Londres y nombraron un nuncio reconocido por las autoridades comunistas que ni el propio primado de Polonia reconocía?
Luego de veinte siglos de experiencia histórica, el diálogo es el único método que la Iglesia reconoce para superar conflictos humanos. Puede que haya quienes consideren esta postura como ambigua. Para saber exactamente a qué se refiere, conviene abrir el Evangelio por el capítulo 5 de san Mateo donde Jesús dice: “«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial”
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