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Término Persona: un recorrido histórico

La antropología filosófica, como hemos señalado, goza de una trayectoria histórica importante que se remonta a la era clásica de los griegos y llega hasta los máximos exponentes de la filosofía contemporánea.

Los orígenes de la definición los encontramos en Grecia y en Roma. Al término latino personare, le corresponde el griego prósopon

PRÓSOPON

Los griegos emplearon un término propio de las artes escénicas -del teatro griego- para designar al ser humano. Prósopon significa máscara. La persona viene denominada como aquella que posee un rostro individual, y que se identifica con una caracterización y una interpretación propia.

Recordemos que el teatro griego tenía una función formativa y pedagógica que se insertaba dentro del proyecto de la Paideia o preparación del hombre para la polis. "La voz griega prósopon designa la máscara con la que el actor cubría su rostro en las representaciones teatrales. El teatro, integrado en la vida colectiva, era para el griego un diálogo permanente consigo mismo. Interpretar es el arte de superar lo personal, de fingir ser otro recreando una realidad vivida con conflictos. El teatro para el griego era el escudo que, como a Perseo, le protege para acercarse a los temas vitales y cotidianos. El espectador, que contempla situaciones que pueden reflejar aspectos de su propia vida, siente una transferencia simbólica, una catarsis que le permite liberar sensaciones y situaciones personalmente conflictivas y disfrutar de otras con finalidad más lúdica. El actor, al desempeñar su papel en el teatro, cubre su rostro con la máscara, prósopon, porque en el Theatrum vitae humanae, todos nos ponemos la máscara, el disfraz para interpretar nuestro papel" (Prosoponteatro.com).



El nombre de persona parece haberse tomado de aquellas personas que en las comedias y tragedias representaban hombres; pues persona viene de "personar", porque debido a la concavidad, necesariamente se hacía más intenso el sonido. Los griegos llamaron a estas personas prosopa puesto que se ponen sobre la cara y ante los ojos para ocultar el rostro (c. 3: PL 64, 1344). En latín, pues, persona viene de la máscara, que presta resonancia a la voz, llevada por los actores en la escena. Después pasa a significar figura, imagen, actor, personaje de la escena, personaje revestido de dignidad (cfr. Sum. Th. I, q. 29, a. 3). El estoicismo se adueña del término para hablar de uno de sus temas favoritos: el papel que desempeña el hombre en el escenario del mundo (ciudadano del mundo): cfr. p.ej., Epicteto (siglo I), Enchiridion, 17; Las conversaciones de Epicteto, I, 29. Luego adquiere el significado de p. jurídica (v.). En el s. II, el lenguaje jurídico distingue lo que concierne a las «personas» y a las «cosas»: cfr. Gayo, Digesto, I, tít. V, nº 1. Un padre y un hijo eran ya «dos personas» en el hablar usual y en la terminología del foro. En el ámbito cultural griego, se observa la misma evolución en cuanto al término prósopon, que adquirió una significación jurídica y filosófica por influjo del estoicismo (Mercaba.org).


PERSONARE

Etimológicamente este término significa "sonar a través de, resonar". Tiene que ver también con el sentido de la máscara, que se utilizaba para hacer resonar la voz de los artistas y así alcanzar una mayor proyección en el anfiteatro.  

Una segunda tradición respecto a este término la encontramos en el Derecho Romano. Personare significa también per-se-sonans, aquella que tiene voz propia, que habla por sí misma. Con el paso del tiempo el significado se fue extendiendo en el marco del derecho y del reconocimiento social que merece la persona. Dicho reconocimiento, dado a algunos individuos en particular, otorgaba algunos derechos, tales como el derecho a la libertad, al voto, entre otros. Los esclavos y y los extranjeros (bárbaros) no gozaban de esta dignidad, por lo que su status era homologado al de los animales. Tampoco los hombres que no provenían de la nobleza, ni las mujeres, gozaban  de los derechos personales en su totalidad.

  
Con la llegada del Cristianismo, los conductores del decadente Imperio Romano se vieron obligados no sólo a reconocerlo como la religión dominante del imperio, sino también a aceptar algunos planteamientos antropológicos y jurídicos que vendrían a reforzar la noción de persona humana aplicada de igual modo para todos los habitantes del orbe. 

En el orden social, el cristianismo rechazó cualquier discriminación de clases, al menos en el plano doctrinal y jurídico. Ahora todos los hombres son igualmente "hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús. Ya no hay diferencia entre judíos y griegos, ni entre esclavos y libres, ni entre varón y mujer, porque todos son uno sólo en Cristo Jesús", como advertía el apóstol San Pablo a las primeras comunidades cristianas (Cfr. Gal 13, 26-28). 

Sin duda, la doctrina y la predicación cristiana fue modelando las estructuras romanas, a tal punto de conseguir importantes avances en la legislación y en el reconocimiento de la radical igualdad de todos los individuos del imperio. Lógicamente, no se trata de conquistas definitivas ni totalmente universales, válidas para todo el orbe terreno. La supresión de la esclavitud y la radical paridad de derechos entre el hombre y la mujer son batallas que atraviesan toda la historia del Occidente judeo-cristiano.


EDAD MEDIA


El desarrollo teológico posterior contribuyó también a la amplitud del concepto de persona humana. El cristianismo inició como un estilo de vida con una religiosidad propia que, con el paso del tiempo, se vio obligada a mejorar y profundizar en los misterios revelados por su fundador, Jesucristo. Para llevar a cabo tal profundización, los cristianos se valieron de los aportes de la filosofía griega para desarrollar algunos conceptos aplicables también a la esencia divina y a las realidades sobrenaturales.

Por ejemplo, la investigación teológica llegó a la conclusión que a Dios se le podía definir como un único ser en el cual habitan tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Ellas tienen una misma naturaleza que es de carácter divino. De este modo, el término persona se amplía, pues ahora no sólo corresponde a la naturaleza humana sino también a la divina, que es de carácter espiritual. Jesucristo vendría a ser una única persona en cuyo ser co-habitan dos naturalezas: la divina y la humana.

Llegados a este punto, el filósofo Boecio proporcionó la noción filosófica de persona: Sustancia individual de naturaleza racional

Sustancia: La persona en un ser independiente del cosmos. Es un “sí mismo”. Su esencia no recae en ninguna otra sustancia. Sustancia viene de sustrato, soporte, principio de operaciones.

Individual: El individuo es una persona no en razón de sus relaciones o de su pertenencia a un grupo concreto (noble, pobre, rico, negro, blanco) sino por su misma sustancia de naturaleza racional. Es un ser independiente aunque necesite de los demás para desarrollarse. Su sustancia no se confunde ni se disuelve en el colectivo social.

Naturaleza: Es el principio de operación o esencia de un ser, que se comporta según lo que es, esto es, según su naturaleza.

Racional: La distinción más radical entre la persona (divina o humana)  y los demás seres que existen, es que posee logos, razón, inteligencia y voluntad. La persona es una criatura libre y responsable de sus actos. No posee instintos que lo condicionan sino tendencias que maneja según los fines que se proponga.

MODERNIDAD

“Pienso luego existo”: Éste es el principio de la filosofía moderna iniciada por el filósofo francés René Descartes. La persona viene definida como el YO concreto e individual del que parten todas las experiencias cognitivas del ser humano. Pero estas experiencias no son sólo personales e interiores sino que ellas son la base de la existencia de todas las cosas.  La autoconciencia del “yo” es el primer acto consciente y cognitivo. Por lo tanto, “yo pienso” se coloca como el inicio de toda existencia extra-subjetiva: Si lo pienso luego eso existe”.

El yo es un sujeto consciente frente al mundo. Y esa conciencia de sí y de las demás cosas es el principio de existencia no sólo de su propia persona sino de toda la realidad extra-subjetiva. El  origen del ser, de la existencia, será pues el sujeto pensante. Por eso, la sustancia individual, que es la persona, irá cobrando matices casi divinos, idealistas, supra-individuales. La famosa frase “pienso, luego existo y existen todas las coas” sólo se puede atribuir a la persona divina como fuente y origen de todo ser, y no a la persona humana.

ERA CONTEMPORÁNEA

Hoy se manejan distintas corrientes filosóficas, herederas de la modernidad y de la filosofía clásica realista. La persona humana viene definida como sustancia individual, con énfasis en la dimensión objetiva (realista) y metafísica de su existencia, o como sujeto autoconsciente, poniendo de relieve la dimensión subjetiva y la interioridad del sujeto cognoscente.  






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