Entre los Foros Romanos y la Piazza Venezia se entra a una galería de exposición que, esta vez, presenta una peculiaridad: no se trata ver de una muestra de pinturas o de fotografías, sino de oír la voz grande del famoso tenor Luciano Pavarotti.
Desde la entrada principal la imponente voz de Pavarotti atrae al público turista hacia la sala donde se le rinde homenaje. Las espaciosas y cortas escaleras que conducen a la sala funcionan como una especie de elevación del espíritu hacia lo que se verá después. Unos grandes paneles con fotos y textos acompañan el ascenso por las escaleras contando la vida de este niño prodigio que, proveniente de una familia rural muy sencilla, comenzó a cultivar su talento musical, llegando a unos niveles de prestigio y profesionalidad que hasta ahora no han sido alcanzados por ninguna otra figura.
La entrada a la sala produce el mismo estupor que todos hemos experimentado cuando asistimos a un concierto -audiovisual o en vivo- de Pavarotti. Una voz potente, envolvente, grande como su imponente figura. Pero una vez allí dentro se tiene la intuición de que hay otro mensaje, oculto quizá bajo esa gran voz y talento artístico, que invade la experiencia de asistir a esta exposición: el mensaje de que Pavarotti, más que un gran cantante, fue una buena persona.
¿Cómo se demuestra en una exposición u homenaje a un famoso que fue una persona buena? Seguramente habrá mil formas de hacerlo. Los organizadores de esta muestra lo han hecho de un modo muy sencillo y, al mismo tiempo, imposible de fingir mediante un montaje sentimental y dulzón. Lo han hecho, símplemente, exponiendo las cartas de sus amigos, que no eran otros que los demás "famosos".
Lady Diana, Frank Sinatra, Bono, Phil Collin, Sting, Kofi Annan, Plácido Domingo, entre otros muchos, dirigieron cartas de afecto, de felicitación y de reconocimiento a Pavarotti. En esas cartas, se revela algo de lo humano de estas personas: su cariño a Pavarotti, su agradecimiento, sus preocupaciones, etc. Algunos le cuentan cosas del trabajo, de la vida, etc. Otros simplemente se disculpan de no poder acoger una invitación que le ha hecho, y otros le agradecen de corazón su colaboración en algún evento importante. Especialmente conmovedor resulta un video en el que Kofi Annan le rinde homenaje en nombre de las Naciones Unidas por su labor en beneficio de los niños de Afganistán, cuando ninguna otra persona se había preocupado aún por su situación. En un momento le dice que con ese saber adelantarse a las necesidades de los demás, había demostrado que su corazón era aún más grande que su voz.
Pavarotti había recibido un talento que supo cultivar. Sólo esto bastaría para hacerlo famoso. Pero lo que da a este artista un plus de valor aún más conmovedor y emocionante es que supo poner ese talento al servicio de los demás, que no se encerró en un engreimiento egoísta, que al final le hubiese dejado vacío y solo, sino que hizo de su talento un medio de apertura a los demás, de servicio, de acogimiento. Por eso le escribían los famosos, por eso lo consideraban su amigo.
Todos tenemos talentos y libertad para hacer de ellos un motivo de servicio. El primer acto de libertad consiste en la disposición de cultivar cualquier talento que tengamos, de no ocultarlo ni dejar que se pierda. Pero lo que realmente nos hace grandes es la disposición de hacer de ellos un medio para abrirnos a la amistad con muchas personas. Un corazón grande es capaz de llegar incluso a un nivel más alto de aprovechamiento de los talentos, porque el egoismo tiende a hacernos conformistas, mientras que la apertura a los demás nos hace inconformes, sedientos siempre de amor, de dar más de aquello valioso que tenemos.
Acá puedes ver el homenaje que le hacen a Pavarotti:
http://www.youtube.com/watch?v=KcUEhtAiPJ0
Desde la entrada principal la imponente voz de Pavarotti atrae al público turista hacia la sala donde se le rinde homenaje. Las espaciosas y cortas escaleras que conducen a la sala funcionan como una especie de elevación del espíritu hacia lo que se verá después. Unos grandes paneles con fotos y textos acompañan el ascenso por las escaleras contando la vida de este niño prodigio que, proveniente de una familia rural muy sencilla, comenzó a cultivar su talento musical, llegando a unos niveles de prestigio y profesionalidad que hasta ahora no han sido alcanzados por ninguna otra figura.
La entrada a la sala produce el mismo estupor que todos hemos experimentado cuando asistimos a un concierto -audiovisual o en vivo- de Pavarotti. Una voz potente, envolvente, grande como su imponente figura. Pero una vez allí dentro se tiene la intuición de que hay otro mensaje, oculto quizá bajo esa gran voz y talento artístico, que invade la experiencia de asistir a esta exposición: el mensaje de que Pavarotti, más que un gran cantante, fue una buena persona.
¿Cómo se demuestra en una exposición u homenaje a un famoso que fue una persona buena? Seguramente habrá mil formas de hacerlo. Los organizadores de esta muestra lo han hecho de un modo muy sencillo y, al mismo tiempo, imposible de fingir mediante un montaje sentimental y dulzón. Lo han hecho, símplemente, exponiendo las cartas de sus amigos, que no eran otros que los demás "famosos".
Lady Diana, Frank Sinatra, Bono, Phil Collin, Sting, Kofi Annan, Plácido Domingo, entre otros muchos, dirigieron cartas de afecto, de felicitación y de reconocimiento a Pavarotti. En esas cartas, se revela algo de lo humano de estas personas: su cariño a Pavarotti, su agradecimiento, sus preocupaciones, etc. Algunos le cuentan cosas del trabajo, de la vida, etc. Otros simplemente se disculpan de no poder acoger una invitación que le ha hecho, y otros le agradecen de corazón su colaboración en algún evento importante. Especialmente conmovedor resulta un video en el que Kofi Annan le rinde homenaje en nombre de las Naciones Unidas por su labor en beneficio de los niños de Afganistán, cuando ninguna otra persona se había preocupado aún por su situación. En un momento le dice que con ese saber adelantarse a las necesidades de los demás, había demostrado que su corazón era aún más grande que su voz.
Pavarotti había recibido un talento que supo cultivar. Sólo esto bastaría para hacerlo famoso. Pero lo que da a este artista un plus de valor aún más conmovedor y emocionante es que supo poner ese talento al servicio de los demás, que no se encerró en un engreimiento egoísta, que al final le hubiese dejado vacío y solo, sino que hizo de su talento un medio de apertura a los demás, de servicio, de acogimiento. Por eso le escribían los famosos, por eso lo consideraban su amigo.
Todos tenemos talentos y libertad para hacer de ellos un motivo de servicio. El primer acto de libertad consiste en la disposición de cultivar cualquier talento que tengamos, de no ocultarlo ni dejar que se pierda. Pero lo que realmente nos hace grandes es la disposición de hacer de ellos un medio para abrirnos a la amistad con muchas personas. Un corazón grande es capaz de llegar incluso a un nivel más alto de aprovechamiento de los talentos, porque el egoismo tiende a hacernos conformistas, mientras que la apertura a los demás nos hace inconformes, sedientos siempre de amor, de dar más de aquello valioso que tenemos.
Acá puedes ver el homenaje que le hacen a Pavarotti:
http://www.youtube.com/watch?v=KcUEhtAiPJ0
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