Resulta llamativo comparar los gobiernos de Juan Vicente Gómez y Hugo Chávez. Los historiadores coinciden en afirmar que el siglo XX comenzó para Venezuela en 1935 con la muerte del dictador, esto es, llegó con 30 años de retraso. Esa férrea dictadura mantuvo al país sumido en un atraso político, económico y cultural que impedía a los jóvenes asumir las nuevas propuestas ideológicas y doctrinales que proponían los partidos políticos emergentes en el mundo moderno, que oscilaban entre el comunismo, la social democracia, la democracia cristiana, entre otros.
En 1928 una joven generación de estudiantes protagonizó el llamado carnaval caraqueño. Es la primera vez en la historia de Venezuela que un grupo opositor al gobierno se enfrenta de modo pacífico. Con esta generación Venezuela se "baja del caballo", envaina la espada y reacciona empleando las armas del intelecto, las convicciones, la retórica y el discurso racional. Ellos son los padres de los partidos políticos tradicionales que fundaron la democracia venezolana; los que introdujeron el debate político basado no en la fuerza y la barbarie, la censura y el analfabetismo, sino en las doctrinas políticas, la formación académica, la civilidad.
Volviendo al siglo XXI, me pregunto si no nos encontramos en una situación parecida a las primeras décadas del siglo pasado. Venezuela está viviendo una marcha hacia atrás, a caballo y con armas, un fuerte retraso ideológico, político, económico, académico y cultural. El gobierno de Chávez se caracterizó por la informalidad y el veto, la arbitrariedad en las decisiones de gobierno, el autoritarismo, la censura -violenta o a fuerza del descrédito, de la burla y del insulto- la promoción de la violencia, las guerrillas y los grupo paramilitares. Ahora sus seguidores lo imitan al pie de la letra.
Afortunadamente, el movimiento estudiantil ha despertado desde hace algún tiempo. El desafío está en adoptar las armas adecuadas, las que perduran porque construyen y no destruyen. Somos herederos de la generación del 28, así como el chavismo representa la plaga tradicional del caudillismo decimonónico.
¿Qué más podemos hacer? ¿Cómo podemos mejorar la oposición a la barbarie y a la inmoralidad oficial imperante? Inspirándome en la generación que se opuso eficazmente al dictador, de cuyo espíritu aún hoy nos alimentamos, diré que complementando las acciones políticas -y de calle si es necesario- con una esmerada formación intelectual. Estudiar bien y seriamente, convirtiéndonos en próceres de civilidad.
¿Qué estudiar? La historia, sin duda, pero también las humanidades, la filosofía; leyendo nuestra hermosa literatura. Conocer la historia para estar más arraigados en lo nuestro, para fomentar una conciencia nacional que nos permita ejercer los derechos y deberes ciudadanos, sabiendo qué es lo que defendemos y por qué vale la pena apostar por unos valores que atraviesen toda nuestra historia y conduzcan la nación a buen puerto.
¿Cómo estudiar? Primero personalmente. Pienso que tenemos que perder el miedo al estudio; miedo de pensar que estamos siendo pasivos frente a los graves problemas sociales a los que nos enfrentamos. El estudio personal no nos exime de las tareas sociales, al contrario, ayuda a aumentar el sentido de responsabilidad y nos hace prontos para asumir la parte del bien común que nos corresponda. Después formando grupos, círculos de lectura y reflexión, fomentando la discusión crítica, aprendiendo a dialogar.
¿Dónde estudiar? donde se quiera o se pueda, pero creo que es importante recuperar el espacio universitario, generando un ambiente propicio para la discusión y el intercambio de ideas. Nos hemos ido conformando con una universidad al servicio de la técnica y de la inmediatez del examen que hay que pasar; de las lecciones mediocres de profesores que no tienen tiempo de investigar, o les parece pérdida de tiempo porque ya a los alumnos no les interesa. Generar actividades extra-curriculares de altura, de alto contenido humanístico y cultural. También el estudio puede desarrollarse en el corazón de los partidos políticos...¿Por qué no?
Por último un deseo compartido: que el siglo XXI no comience demasiado tarde para nosotros.
En 1928 una joven generación de estudiantes protagonizó el llamado carnaval caraqueño. Es la primera vez en la historia de Venezuela que un grupo opositor al gobierno se enfrenta de modo pacífico. Con esta generación Venezuela se "baja del caballo", envaina la espada y reacciona empleando las armas del intelecto, las convicciones, la retórica y el discurso racional. Ellos son los padres de los partidos políticos tradicionales que fundaron la democracia venezolana; los que introdujeron el debate político basado no en la fuerza y la barbarie, la censura y el analfabetismo, sino en las doctrinas políticas, la formación académica, la civilidad.
Volviendo al siglo XXI, me pregunto si no nos encontramos en una situación parecida a las primeras décadas del siglo pasado. Venezuela está viviendo una marcha hacia atrás, a caballo y con armas, un fuerte retraso ideológico, político, económico, académico y cultural. El gobierno de Chávez se caracterizó por la informalidad y el veto, la arbitrariedad en las decisiones de gobierno, el autoritarismo, la censura -violenta o a fuerza del descrédito, de la burla y del insulto- la promoción de la violencia, las guerrillas y los grupo paramilitares. Ahora sus seguidores lo imitan al pie de la letra.
Afortunadamente, el movimiento estudiantil ha despertado desde hace algún tiempo. El desafío está en adoptar las armas adecuadas, las que perduran porque construyen y no destruyen. Somos herederos de la generación del 28, así como el chavismo representa la plaga tradicional del caudillismo decimonónico.
¿Qué más podemos hacer? ¿Cómo podemos mejorar la oposición a la barbarie y a la inmoralidad oficial imperante? Inspirándome en la generación que se opuso eficazmente al dictador, de cuyo espíritu aún hoy nos alimentamos, diré que complementando las acciones políticas -y de calle si es necesario- con una esmerada formación intelectual. Estudiar bien y seriamente, convirtiéndonos en próceres de civilidad.
¿Qué estudiar? La historia, sin duda, pero también las humanidades, la filosofía; leyendo nuestra hermosa literatura. Conocer la historia para estar más arraigados en lo nuestro, para fomentar una conciencia nacional que nos permita ejercer los derechos y deberes ciudadanos, sabiendo qué es lo que defendemos y por qué vale la pena apostar por unos valores que atraviesen toda nuestra historia y conduzcan la nación a buen puerto.
¿Cómo estudiar? Primero personalmente. Pienso que tenemos que perder el miedo al estudio; miedo de pensar que estamos siendo pasivos frente a los graves problemas sociales a los que nos enfrentamos. El estudio personal no nos exime de las tareas sociales, al contrario, ayuda a aumentar el sentido de responsabilidad y nos hace prontos para asumir la parte del bien común que nos corresponda. Después formando grupos, círculos de lectura y reflexión, fomentando la discusión crítica, aprendiendo a dialogar.
¿Dónde estudiar? donde se quiera o se pueda, pero creo que es importante recuperar el espacio universitario, generando un ambiente propicio para la discusión y el intercambio de ideas. Nos hemos ido conformando con una universidad al servicio de la técnica y de la inmediatez del examen que hay que pasar; de las lecciones mediocres de profesores que no tienen tiempo de investigar, o les parece pérdida de tiempo porque ya a los alumnos no les interesa. Generar actividades extra-curriculares de altura, de alto contenido humanístico y cultural. También el estudio puede desarrollarse en el corazón de los partidos políticos...¿Por qué no?
Por último un deseo compartido: que el siglo XXI no comience demasiado tarde para nosotros.
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