Ir al contenido principal

Charlie Hebdo: consternados, indignados... asustados

A fin de cuentas, la principal denuncia que reflejaba el semanario #CharlieHebdo era la crisis de la cultura occidental. Lo demuestra bien la última portada: en el 2022 quizás los franceses elijan un presidente musulmán y celebren el Ramadán, olvidándose de sus tradiciones de raíz cristiana, viéndolas como algo viejo, caduco o demasiado pueblerino. Lo dijo muy claro el Papa Benedicto XVI en Ratisbona: "en el mundo occidental está muy difundida la opinión según la cual sólo la razón científica [y tecnológica] es universal. Pero las culturas profundamente religiosas del mundo consideran esta exclusión de lo divino como un ataque a sus convicciones más íntimas. Una razón que sea sorda a lo divino, que relegue la religión al ámbito de las subculturas, es incapaz de entrar en diálogo con otras culturas". Ante esto, el fascismo no es respuesta, sino un modo de echarle más leña al fuego de la intolerancia
Una foto publicada por Mercedes Malave (@mercedesmalave) el



No es la primera vez que amanecemos consternados por una noticia de terrorismo. Y nos podemos preguntar cuándo fue la primera vez que el mundo occidental presenció los embates violentos del islam. La respuesta habría que buscarla en los inicios de la era medieval. Se trata del terror más antiguo y más nuevo: siempre nuevo.

Aunque hemos avanzado mucho en la ciencia, la tecnología y las armas, no hemos descubierto un modo definitivo de combatir la amenaza cultural y religiosa que representa el islam en su manifestación más ortodoxa o apegada a la vida de su fundador. Nos mantenemos con la misma mentalidad del siglo XII en adelante. No nos extrañe, pues, si aparecen fenómenos similares a las cruzadas, la inquisición, etc., tan criticados por nosotros, cristianos, implacables críticos y detractores de nuestra propia fe y de nuestra propia historia.

Me resulta superficial achacar la muerte de los periodistas del Charlie Hebdo al irrespeto de la libertad de expresión por parte del mundo musulmán. La razón es mucho más profunda. Nosotros, los occidentales, más inclinados a la libertad de espíritu que a la uniformidad de la materia, creemos en la muerte moral, en la pérdida de la reputación, en el descrédito y en la vejación por razones éticas (usual proceder de estos caricaturistas). No hace falta morir o matar físicamente: existe la opinión pública, el juicio implacable, la condena de muerte a la religión por motivos morales. Se puede matar con palabras, con burlas e insultos. La fe no se debilita matando sino difamando. Pero para el islam ambas muertes se identifican cabalmente. No existe otra forma de vivir -ni otra forma de morir- que confesando el nombre de Alá, a Mahoma como su profeta, y dando guerra al infiel.

Por eso, una consideración más profunda de estos sucesos nos lleva a plantear la posibilidad de enfrentar el fanatismo con métodos distintos a la perpetración de la muerte moral al islam; estrategia que se asemeja a una pistolita de agua frente a un fusil. Las opciones que se nos presentan son dos: la guerra -de las cruzadas para acá ha sido el camino y es un fracaso puesto que aquí seguimos- o la religión bien vivida con nuestro propio contenido pero con la misma máxima del islam: "Ninguna constricción en las cosas de fe".

Si algo cuestionamos los cristianos es la propia fe; e incluso la misma capacidad humana de creer. Un creyente es una especie de ser menos culto, o  sub-normal, ignorante, digno de burla, supersticioso e infeliz. Pocos reconocen que los logros de la cultura occidental están plenamente asociados al desarrollo de la fe cristiana. Muy pocos aceptan que la ciencia y la religión pueden cultivarse, con la misma intensidad, por la razón humana.

Quizás alguna vez nos hemos hecho la pregunta: ¿Por qué el Dios de los cristianos murió en una cruz con ese gesto de brazos abiertos, de inmolación, de nula resistencia, de inmenso amor? El amor, el respeto al otro, el don de sí mismo es lo contrario al juego de la muerte moral. Porque si jugamos a la muerte estamos en tremenda desventaja; pero si jugamos al amor somos invencibles. Ésta es la fe cristiana. En esto consiste nuestro modo de vivir el "ninguna constricción en las cosas de fe". ¡Qué lejos estamos de comprenderlo! y, al mismo tiempo, ¡qué fácil y cercano se nos haría si cerrásemos filas en torno al Papa Francisco! Si, lejos de burlar, caricaturizar y difamar la propia fe, o la ajena, nos empeñásemos en hacer vida el respeto y el amor al prójimo.

El camino para enfrentar el fundamentalismo es la conversión auténtica a la verdadera fe que no denigra la razón sino que la eleva, la purifica y la hace más capaz de lo bueno y lo bello.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Bovarismo criollo

A Jules de Gaultier le debemos el hallazgo de ese curioso mal que aqueja a los personajes de Flaubert, inmortalizado en Emma Bovary. Se trata de la tendencia a concebirse distinto de como se es. “Todo hombre, en el fondo, es un bovarista” decía Antonio Caso. Ninguno de nosotros es libre de espejismos, máxime en un mundo donde un App o un laboratorio de tuits, construye, crea y convierte la ficción en información -síntesis apretada del fenómeno de la posverdad-. Basta que una idea o fantasía se asome en la conciencia para que los individuos tiendan a volverla realidad: “Nos vamos sacrificando a nuestra mentira”, sentenciaba precipitadamente el filósofo mexicano.   Así las cosas, el impulso bovarista o inclinación a pensarnos diverso de como somos en realidad, constituye la fábrica por excelencia de idealismos, utopías o ideologías autorreferenciales. Basta que el individuo que pretenda encarnar su falsa idea de sí sea un líder carismático para que aquello cunda por doquier, apoyánd...

Ganar confianza

El 10 de agosto de 1946, un presidente italiano, Alcide de Gasperi, se presentó a la Conferencia de Paz celebrada en París, luego de que su país fue considerado por las grandes potencias mundiales un ex-enemigo por haber sido cómplice del nazismo bajo el régimen del fascismo. Para De Gasperi, antifascista radical, constituía un auténtico oprobio ser tachado de fascista. No obstante se presenta ante esa asamblea mundial sin ánimo revanchista ni espíritu victimista, sino como doliente de una nación arruinada y condenada al castigo por haber perdido la guerra:  “Tomo la palabra -dijo De Gasperi- en esta asamblea mundial sintiendo que todo, excepto vuestra personal cortesía, está en contra de mi; sobre todo por esta condición de ex-enemigo que me hace ser el imputado que ha venido aquí luego de que los más influyentes de ustedes hayan formulado sus conclusiones en una larga y fatigosa elaboración”. De Gasperi tiene la enorme tarea de ganarse nuevamente la confianza de la comunidad inte...

El lenguaje como habitat de racionalidad y relacionalidad

“Vivimos inmersos en signos.  Los seres humanos tenemos  la capacidad de convertir en signos todo lo que tocamos.  Cualquier objeto, sea natural o cultural, un color, un trozo   de tela, un dibujo, cualquier cosa relacionada con nosotros  puede adquirir un valor añadido, un significado.    A la dimensión ontológica que las cosas tienen, los seres humanos   añadimos una nueva dimensión, la semiótica, esto es, su empleo   como signos para manifestarnos unos a otros lo que pensamos,   lo que queremos, lo que sentimos y lo que advertimos   en nuestra relación con el mundo”.                                              Francisco Conesa y Jaime Nubiola El conocimiento intelectual posee una enorme capacidad de representación de todas aquellas cosas que conocemos, y de la valoración que damos a lo conocido. Por eso, vivim...