El diccionario de la Real Academia es claro en la definición
de eclipse. El término proviene del equivalente en griego a desaparición. Se
trata de la ausencia, evasión, desvanecimiento de alguien o algo. El inglés F.
J. Sheed habla de un fenómeno común en nuestra época postmoderna y post-ideológica:
la personalidad en eclipse. Hombres y mujeres que viven de la apariencia, del
culto a la imagen y del cultivo de una autenticidad vacía y superficial,
extravagante. Repasando estas ideas pienso que lo mismo se puede aplicar a la
figura del líder contemporáneo: en Venezuela y en el mundo.
El eclipse del líder ocurre en dos niveles paralelos: en el
de la naturaleza humana y social de los ciudadanos, y en el de su propia
personalidad como líder. En el primer nivel, los líderes se eclipsan por
desconocer, evadir o no querer asumir a la persona humana en su compleja integridad
y potencialidad. Es fácil refugiarse en conceptos como la masa, el populismo,
lo que vende, lo que complace fácilmente a las multitudes para comenzar a
eclipsarse en sus funciones de conducción de los ciudadanos. Un guía que no
sepa o no quiera afrontar el reto de conducir hacia donde hay que ir, hacia el
bien de cada uno, hacia el fin común, es un líder eclipsado, en vías de extinción.
Muchos asesores hoy en día pregonan doctrinas deterministas. Muchos líderes hablan
a los ciudadanos como si todos fueran a reaccionar de la misma manera: “Como el
anunciante no puede hablar a los hombres que existen, inventa un hombre
artificial que en realidad no existe y trata de convencer a los hombres para
que vean en él su propia imagen. Tiene necesidad de masa sin fisonomía” (Sheed).
En esos afanes, el líder va eclipsando su personalidad. Se refugia en una moral
mediocre, de mínimos, y mueve a los individuos hacia ese despeñadero de hombres
sin rostro y sin aspiraciones.
En Venezuela no estamos tan lejos de esa realidad. Bajo el
lema “cualquier cosa es mejor que el chavismo” estamos sumidos en una moral de
mínimos que raya en la mediocridad ramplona. Creo que nunca olvidaré un proceso
de primarias de la oposición en la que la mayoría de la clase media de mi municipio
votó por un candidato socialista, ex-chavista, simplemente porque “a la masa le
iba a gustar”. Se privaron de votar por quien verdaderamente representaba una
opción de cambio, un liderazgo institucional y responsable. Paradójicamente,
este último candidato ganó ampliamente en los sectores populares y perdió entre
sus conciudadanos de mayor nivel económico y educativo. Las teorías del hombre
masa, la moral de mínimos, estereotipar al pobre y pactar con la mediocridad no
hacen distinciones sociales.
Afán de popularidad y políticas populistas van de la mano y
son otra de las causas del eclipse del
líder. Algunos están tan obsesionados con
ser el primero en las encuestas, que eluden el análisis y las cuestiones de
fondo que conducirían a soluciones lentas pero seguras si se aplican
determinadas políticas públicas, planes y proyectos de segura eficacia pero
que, a corto plazo, no le atraerá la simpatía de muchos. Pero hay algo más
importante aún, en este sentido, y es que el líder populista va perdiendo la
confianza de los emprendedores, de la gente responsable, de los liderazgos
sectoriales y regionales que son imprescindibles para el desarrollo local y
sostenible. En Venezuela está ocurriendo algo así: hay líderes solitarios,
rodeados de su grupo y de un poco de pueblo, pero que van cayendo en
desprestigio dentro de sus organizaciones políticas y de otros sectores
pujantes de la población.
Es difícil lograr consensos entre estas personas. Cada uno
está volcado hacia el logro de su propia popularidad, y ve al otro como una
amenaza. En Venezuela, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) es una plataforma
magnífica para la construcción de consensos democráticos, pero así no
parecen
verla algunos líderes que no aguantan mucho tiempo reunidos debatiendo temas de
fondo. Esto es un claro síntoma de afán de popularidad, y van camino hacia el
eclipse: aquel que no se empeña en ganarse la confianza de otros líderes, y de
aquellos que le pueden ayudar a construir el bien común, va camino de extinción.
Podría decir mucho más…lo dejo para una segunda entrega. En Venezuela
necesitamos un liderazgo firme en la noción de persona, libertad y bien común; inmune
al afán de popularidad instantánea; comprometido con fortalecer la confianza,
basada en el propio desprendimiento de intereses mezquinos, y con alimentar
liderazgos de todo tipo, tan necesarios para la recuperación de Venezuela.
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