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Un divorcio que urge reconciliar: la Fe y la Razón




Con los terribles hechos ocurridos en París, veremos centuplicarse la industria armamentista y los entrenamientos militares, policiales y de inteligencia en el mundo. Estamos en guerra. Uno podría pensar que Occidente sólo exige defender el respeto a la persona humana y a sus libertades individuales; porque ése es el gran logro de la cultura occidental, cristiana. La barbarie invade, ataca, saquea y destruye, para luego reconocer que el único modo posible de Vivir es en libertad y respeto a las decisiones y opiniones ajenas. Somos hijos de pueblos bárbaros pero humanizados... he ahí la diversidad de razas y culturas en occidente.

Me parece estar oyendo al Papa emérito Benedicto XVI explicando estas cosas. El consorcio entre la fe y la razón engendró la cultura de la que hoy nos sentimos tan orgullosos por sus logros, y también tan preocupados por las amenazas que enfrenta. Vale la pena recordar algunas líneas de fondo, un poco al margen de la tragedia de París, sin olvidar ni un sólo instante a las personas que están sufriendo lo inimaginable en estos días.

En aquel célebre y polémico discurso de Ratisbona, Benedicto XVI invitó al mundo islámico a condenar la irracionalidad que se esconde detrás de algunos planteamientos pseudo-religiosos que sólo generan violencia e intolerancia. Lo hizo con un respeto exquisito: trayendo el diálogo de dos musulmanes en el que uno de los dos propone al otro reflexionar sobre un aspecto del islam: la guerra santa. El Papa Ratzinger invitó a los musulmanes a reconocerse en una tradición suya, multisecular también, que condena la violencia. A partir de ese discurso, muchas cosas han pasado, entre ellas, varios diálogos interreligiosos, foros y congresos, visitas a países musulmanes, mezquitas, etc., por parte de autoridades religiosas de diversa índole.

La clave está en que las religiones se unan en la defensa irrestricta de los derechos humanos que son universales porque no pertenecen a una cultura determinada, ya que son humanos y naturales. Y que todas las personas afinemos no sólo en la defensa de estos derechos en nuestro entorno social, sino también, yendo mucho más allá, que afinemos en nuestras creencias y prácticas religiosas porque, querámoslo o no, somos seres atraídos por lo infinito, por las ideas, por las doctrinas y, tarde o temprano, nos veremos envueltos en cualquier rito, llámese religión, secta, superstición, santería, etc. Pero hemos de reconocer que sólo las grandes religiones conocidas en el mundo entero constituyen una fuente humanizadora del hombre y de la mujer, compuesto de cuerpo y espíritu. Este retorno a la religión se está viendo en muchos países de África, Asia y América. Quizás la Europa cristiana está más envejecida por una serie de corrientes ideológicas ateas que han opacado su conciencia cristiana en los últimos siglos.

Reluce la defensa a las libertades individuales de religión, de asociación, de cultura, de expresión, etc. Y en esto conviene que nos revisemos. La promoción y defensa de la libertad es uno de los mejores logros de la cultura occidental. Sin embargo, a veces se habla mucho de libertad pero luego no se la respeta con la misma vehemencia. En nuestro entorno tenemos jóvenes que se están autolimitando y autodestruyendo por esa supuesta libertad: adicciones, enfermedades producidas por estilos de vida dañinos, vagancia, mediocridad. Otro abuso de libertad es burlarse de todo, ironizar, calumniar, etc., por una supuesta libertad de expresión mal entendida. El uso que le damos a la libertad debe ser legítimo, responsable, equilibrado y, sobre todo, abierto al amor, a nosotros mismos y a los demás como miembros que somos de una misma comunidad humana.

Por último, tampoco podemos decir que estamos en una etapa de guerra de religiones. Nadie que se crea señor de la verdad, de la vida y de la muerte puede ser verdaderamente creyente. Lo primero que debe reconocer cualquier persona que se sepa y se sienta sujeta a un ser trascendente es aceptar que no es el dueño absoluto de la vida de los demás, menos de su libertad. Por lo tanto, el fanatismo es por su misma naturaleza, ateo y anti-religioso. Si confundimos el objetivo podemos entrar en uno de los conflictos más injustos de la historia de la humanidad. Por eso conviene estar claros al respecto.

Somos la obra más excelente de Dios-Creador; somos su debilidad. Por eso, no podemos perder la esperanza. La paz nos espera: "Recordemos siempre que Dios tiene una fuerza -cuando Él quiere- que cambia todo... Él es capaz de modelar todo de nuevo; pero tiene también una debilidad, nuestra oración, su oración universal. Señor, haz que nunca nos cansemos de tocar a las puertas de tu corazón para recibir tu gracia" (Papa Francisco). #PrayForParis #PrayForWorld

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