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El desprecio por la lógica

Los griegos inventaron el método y la lógica como consecuencia de su amor a la verdad. Repito esta idea porque me parece importante: tanto la lógica como el método son instrumentos al servicio de la verdad, pero sin ellos es muy difícil, prácticamente imposible, alcanzarla. Por eso, despreciar la lógica equivale a mostrar desinterés o desprecio por la verdad.


Necesitamos la lógica y el método porque nuestra inteligencia es discursiva y progresiva, porque no abarcamos la realidad de un vistazo ni por un golpe de inspiración. Lógica equivale a pensamiento ordenado, a deducciones coherentes y a pasos sucesivos. Ser ilógico es tener desorden mental, falta de continuidad en los razonamientos, saltos e inconsistencias en los argumentos, incluso puede mostrar la falta de sentido de quien no sabe lo que quiere ni a dónde va. La lógica no es autónoma, debe ser consona con la realidad que se explora, respetando su complejidad y sus procesos.

Algo tan aparentemente técnico e instrumental como la lógica puede tener enorme impacto en el comportamiento de las personas y de las organizaciones. La seriedad, la responsabilidad sobre los propios actos, la consistencia de la palabra, la congruencia entre el dicho y el hecho tienen que ver con la aplicación de la lógica a los distintos aspectos de la vida, inclusive en ámbito moral. En este sentido, el desprecio por la lógica supone desprecio por la palabra, por la comunicación, por la organización y, en definitiva, por las personas. Las incoherencias conducen al error y al engaño. Pensar y actuar de una forma hoy, de otra mañana y de otra pasado mañana equivale a burlarse de uno mismo y de los demás. Es cierto que hay personas más lógicas y personas más apasionadas o temperamentales, pero ninguno deberíamos asumir posiciones erráticas voluntarias, para conseguir objetivos egoístas pasajeros.

Asumir una postura política es semejante a participar en un juego: se respetan las reglas y las posiciones cuando se está ganando y cuando se está perdiendo. Pretender cambiar las reglas, las técnicas y las posiciones porque no nos favorecen es incoherente e injusto con los demás. Además, si el fin de la política es el gobierno, la lógica es fundamental porque el arte de gobernar supone la conquista de voluntades humanas para poder lograr los objetivos planteados; de lo contrario no se hará nada, será como arar en el mar. La gravedad de la incoherencia en el gobierno es tal porque repercute en la calidad de vida de las personas y en el deterioro de la sociedad en general. Quienes aspiran al poder deben ser grandes amantes y cultivadores de la lógica y del método, para asegurar  así el logro de los objetivos propuestos para el bien de las personas. 

Ojalá que esta breve exposición nos ayude a reflexionar...

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