Acostumbrados o resignados a vivir en revolución, ciertos fanáticos de la destrucción añaden, al flagelo comunista, el auto flagelo de que “nos tiene que ir peor para que esto cambie”. La impotencia tiene visos de violencia porque verdaderamente impotente no es aquel que no puede materializar nada, sino el que no puede hacer nada de provecho. Nos toca lidiar, pues, con un gobierno salvajemente impotente y con la bulla de algunos que, frente a su propia impotencia, reaccionan con brusquedad, salidas ya y ceses porque sí. Creen que la impotencia se inhibe con violencia y hechos de fuerza, cuando en realidad es la otra cara de la moneda.
¡Acompáñame a recorrer nuestro tiempo con sentido crítico y positivo! Mercedes Malavé