A nivel global también se evidencia este clima de hastío político e institucional de la ciudadanía. Nuevos movimientos de carácter cultural, reivindicativo y social emergen en forma de estallido o calentamiento social, como lo llamó recientemente Eduardo Fernández: «En América Latina se están produciendo grandes movimientos que ponen de manifiesto la existencia de un inocultable fenómeno de calentamiento social (…) Y son varios los países europeos, comenzando por Francia en los que hay señales de calentamiento social muy evidentes. Una huelga general sin precedentes ha sido convocada contra la administración del Presidente Macrón. Italia y España no se quedan atrás».
Las nuevas demandas exigen nuevas ofertas que no son otra cosa, en política, que nuevas iniciativas de organización social y ciudadana. ¿Qué queremos? Queremos democracia, libertad, paz, emprendimiento, progreso, educación, seguridad social, descentralización, modernización (infraestructura, producción, innovación).
¿Cómo lo alcanzamos? Recuperando la democracia mediante la participación, ejerciendo el protagonismo ciudadano en cada lugar; procurando la reinstitucionalización del país que garantice la confianza y el respeto a la legislación venezolana. Lo alcanzamos emprendiendo las reformas necesarias en el campo agrario, laboral, educativo, industrial y comercial, entre otros.
Para eso hace falta organización social de base. Una organización plural que se plantee dos objetivos fundamentales: en primer lugar, hermanar a Venezuela mediante una extensa promoción de la solidaridad y, en segundo lugar, alzar la voz, luchar contra toda forma de desigualdad e inequidad social, exigiendo, hasta alcanzarla, más y mejor justicia y seguridad social.
¡Parece oportuno iniciar un movimiento de Unión Nacional en toda Venezuela!, cuyo mecanismo de articulación sea el activismo solidario inspirado en organizaciones sociales como Cáritas, por un lado, y la exigencia creativa, el derecho a ejercer la protesta cívica, la insistente demanda por las justas reivindicaciones para que esto cambie, por el otro lado.
Todos los caminos conducen a Roma y todos los ríos desembocan en un mismo mar. Salvo escasos proyectos egolátricos, descolocados y desfasados no pareciera haber grandes obstáculos, sino más bien grandes oportunidades de poner en marcha un gran movimiento que nos empuje hacia la modernidad como una sola nación.
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