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Introducción: Las coordenadas éticas del hombre de hoy

Cuando hablo de coordenadas éticas me refiero al análisis de los factores que influyen en nuestra percepción del bien y de la felicidad. Recordemos que la ética no es más que el arte -objetivo y subjetivo- de discernir lo bueno, lo recto y lo justo, no sólo en el ámbito profesional sino también en toda la existencia personal. Sin embargo, hay que tener en cuenta que más allá de la objetividad del obrar, lo que mayormente concierne a la conciencia humana, no es tanto la perfección o bien de los actos externos, sino la esperanza, el anhelo o el deseo de conquistar, mediante ellos, la felicidad. Como dice Rodríguez Luño: "La aspiración a la felicidad es la expresión psicológica y fenomenológica de la estructura finalista natural del obrar humano (...). Es el horizonte natural de la voluntad al que queda necesariamente referido todo lo que queremos y decidimos" (Etica General, Eunsa, p. 98).

Por eso, interrogarnos acerca de las coordenadas éticas de nuestro obrar vital y profesional, nos lleva a evaluar la propia concepción de felicidad. Algunos pensadores coinciden en que las aspiraciones éticas del individuo actual han entrado en un período de crisis, desatado por la desilusión ante el famoso proyecto, conservador y liberal, conocido como welfare state o sociedad de bienestar. Resumiendo las grandes líneas de evolución de este proyecto socio-político, podemos decir que las premisas del welfare state son las siguientes:

1. El estado contemporáneo reconoce que la libertad individual es el valor absoluto y supremo por el que ellos deben velar y custodiar. La libertad se concibe como un derecho inviolable e insustituible. Cada persona es dueña de su libertad y de cada uno de sus actos. El Estado sólo debe intervenir cuando un acto personal lesiona o pone en riesgo la libertad de otro (la clásica frase "mis derechos terminan donde empiezan los tuyos").

2. El Estado reconoce también que la libertad se mueve hacia la búsqueda del bienestar individual, con lo cual, los gobiernos se comprometen a facilitar al ciudadano, mediante la buena administración de los recursos  fiscales y una red de instituciones asistenciales, todo aquello que contribuya a su propio bienestar.

3. El welfare state apuesta por la libertad de expresión y de información. Como dice Alejandro Llano: "Lo característico de este paradigma es el dominio unilateral de los factores políticos, económicos y mediáticos que configuran lo que los sociólogos denominan tecnosistema o tecnoestructura. Se trata de una imbricación entre Estado, mercado y medios de comunicación social, en la que los medios de intercambio simbólico son el poder, el dinero y la influencia persuasiva" (Claves para educar a la generación del yo, on-line).  Es lógico que un sistema que favorezca la libertad se comporte de esta manera. Es mediante el conocimiento y la información como se refuerza la libertad individual. El aislamiento y la desinformación son las armas del totalitarismo. 


Ahora bien ¿por qué el estado de bienestar ha entrado en crisis si sus presupuestos parecen ser correctos y adecuados a la estructura de la persona? Sin duda, el reconocimiento de la libertad como principio del obrar bueno y recto resulta esencial. De hecho, si hablamos de ética o de moral debemos hacerlo en primera persona, pues no se trata de una teoría sino, principalmente, de unas prácticas y modos de obrar.  

La crisis viene dada por otro factor que es anterior a las premisas que se han expuesto. Se trata del paradigma utilitarista que lo sostiene. Veamos en qué consiste:


Si hiciéramos el ejercicio de sincerar las premisas anteriores diríamos (sólo a modo ilustrativo):

1. El Estado reconoce que la libertad de tener y de satisfacer los deseos de éxito individual, bienestar económico y poder, es el valor absoluto y supremo por el que ellos deben velar y custodiar. La libertad se concibe como un derecho individualista amenazado por las libertades ajenas.

2. El estado reconoce también que la libertad se mueve hacia la búsqueda del bienestar material individual, con lo cual,  gobiernos se compromete a multiplicar los recursos materiales que son limitados. Por eso, la mayoría de las veces sus propuestas se quedan en promesas. Las aspiraciones materiales de los individuos siempre exceden las posibilidades de la sociedad de bienestar, entre otras cosas porque el bienestar material nunca otorga el máximo de felicidad, y por eso las personas siempre piden más a cambio de menos. 

3. El welfare state apuesta por la libertad de expresión y de información. Como dice igualmente Alejandro Llano: "Lo característico de tal configuración social es que las transacciones decisivas se producen entre poder y dinero, dinero e influencia, influencia y poder. Se trata de intercambios anónimos y, a veces, opacos. No es extraño que de manera más habitual que consciente los jóvenes, que comienzan desde temprana edad a descubrir la índole descarnada y cínica de ese entramado, sientan escaso aprecio por él y teman (en lugar de esperar) su integración en un ambiente social poblado por ese tipo de personas que, a comienzos del siglo XX, el sociólogo alemán Max Weber anticipó que secan especialistas sin alma, vividores sin corazón" (Claves para educar a la generación del yo, on-line).






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