Acabo de ver Los Juegos del Hambre, la película basada en el primer libro de la trilogía de Suzanne Collins. Luego de superar el impacto inicial que me produjo la trama, algunas ideas me animaron a escribir. La recepción de cada película y su interpretación es algo muy personal. Por eso, no pretendo hacer más que desahogar mis inquietudes a partir de este film.
Para quienes no están familiarizados con la historia -que se ha convertido en un best seller insuperable desde el 2010- Los Juegos del Hambre presenta una ficción futurista de los Estados Unidos en la que la ciudad principal, el Capitolio, gobernará despóticamente a los demás distritos (12 en total), que vivirán en las mayores penurias de hambre, pobreza y aislamiento. Además, cada año los ciudadanos del Capitolio presenciarán el espectáculo más esperado para ellos: unos juegos letales, al estilo de los gladiadores romanos, cuyos concursantes serán chicos jóvenes, entre los 12 y 18 años, escogidos al azar en cada uno de los distritos marginados. Se trata de 24 competidores de los cuáles sólo uno se salvará. Los demás morirán asesinados o por los mismos compañeros de batalla o por las inclemencias del lugar en el que deben sobrevivir.
El espectáculo de Los juegos del hambre es presenciado por todos los habitantes del país en sus respectivas pantallas de TV, incluidos los padres de estos jóvenes competidores que se encuentran reducidos en sus distritos sin posibilidad de hacer nada frente a semejante injusticia. He aquí la similitud con "The Truman Show": se trata de un reality show, esta vez de carácter violento y sanguinario.
No hay cabida para el amor en este film porque los competidores o se matan unos a otros o no sobrevivirán. Sólo un tipo de amor es posible: el que divierte al público. Por eso Katniss finge estar enamorada de Peeta. Fingir un romance estando al borde de la muerte ¿no es acaso la peor humillación a la que puede uno someterse?
Por otra parte, y para no extenderme demasiado, es impresionante considerar -lo mismo ocurre en The Truman Show- lo que pasaría en el mundo si la Providencia de Dios no existiera, si sólo estuviésemos en manos de un déspota arbitrario y al mismo tiempo todopoderoso.
En Los juegos del hambre los organizadores tienen toda clase de poderes, desde provocar incendios forestales hasta crear animales salvajes que aceleran la muerte de los competidores. Si las reglas del juego contemplan que uno sólo se salve es porque el déspota sabe que sin esperanza no hay historia que atraiga al público. Es la tensión de quién se salvará lo que hace que los ciudadanos se mantengan presenciando semejantes actos de violencia. En realidad, no hay salvación posible en esta historia porque si permaneces vivo es a costa de sacrificar tus propios ideales convirtiéndote en un asesino, y si mueres eres un perdedor.
¿Hasta dónde seremos capaces de perder humanidad a costa de diversión? ¿Cuál es el límite de la ficción? Son preguntas que suscitan este tipo de historias. Como dice el mexicano Jorge Volpi, la ficción cumple una tarea indispensable para la supervivencia del ser humano: "No sólo nos ayuda a predecir nuestras reacciones en situaciones hipotéticas, sino a entrever qué sentiríamos si las experimentáramos de verdad. Una vez hecho esto, no tardamos en reconocernos en los demás, porque en alguna medida en ese momento ya somos los demás" Por eso yo, como espectadora de este film me preguntaba: ¿quién soy? ¿con qué personajes me identifico más desde mi condición? Lógicamente con el público, y ¿cómo reacciono frente a semejante relato aunque sea ficticio?
¿Buena? ¿Mala? ¿Original? Quizás.... Yo todavía no encuentro adjetivos. Simplemente me dejó shockeada y un poco decepcionada de que las ficciones o representaciones del futuro que tenemos los occidentales nos reflejen en tal grado de retroceso e incivilidad; viviendo en un mundo súper tecnologizado y con muchas facilidades materiales, pero con la mentalidad y las costumbres de nuestro ancestros de hace dos mil años.
Para quienes no están familiarizados con la historia -que se ha convertido en un best seller insuperable desde el 2010- Los Juegos del Hambre presenta una ficción futurista de los Estados Unidos en la que la ciudad principal, el Capitolio, gobernará despóticamente a los demás distritos (12 en total), que vivirán en las mayores penurias de hambre, pobreza y aislamiento. Además, cada año los ciudadanos del Capitolio presenciarán el espectáculo más esperado para ellos: unos juegos letales, al estilo de los gladiadores romanos, cuyos concursantes serán chicos jóvenes, entre los 12 y 18 años, escogidos al azar en cada uno de los distritos marginados. Se trata de 24 competidores de los cuáles sólo uno se salvará. Los demás morirán asesinados o por los mismos compañeros de batalla o por las inclemencias del lugar en el que deben sobrevivir.
El espectáculo de Los juegos del hambre es presenciado por todos los habitantes del país en sus respectivas pantallas de TV, incluidos los padres de estos jóvenes competidores que se encuentran reducidos en sus distritos sin posibilidad de hacer nada frente a semejante injusticia. He aquí la similitud con "The Truman Show": se trata de un reality show, esta vez de carácter violento y sanguinario.
No hay cabida para el amor en este film porque los competidores o se matan unos a otros o no sobrevivirán. Sólo un tipo de amor es posible: el que divierte al público. Por eso Katniss finge estar enamorada de Peeta. Fingir un romance estando al borde de la muerte ¿no es acaso la peor humillación a la que puede uno someterse?
Por otra parte, y para no extenderme demasiado, es impresionante considerar -lo mismo ocurre en The Truman Show- lo que pasaría en el mundo si la Providencia de Dios no existiera, si sólo estuviésemos en manos de un déspota arbitrario y al mismo tiempo todopoderoso.
En Los juegos del hambre los organizadores tienen toda clase de poderes, desde provocar incendios forestales hasta crear animales salvajes que aceleran la muerte de los competidores. Si las reglas del juego contemplan que uno sólo se salve es porque el déspota sabe que sin esperanza no hay historia que atraiga al público. Es la tensión de quién se salvará lo que hace que los ciudadanos se mantengan presenciando semejantes actos de violencia. En realidad, no hay salvación posible en esta historia porque si permaneces vivo es a costa de sacrificar tus propios ideales convirtiéndote en un asesino, y si mueres eres un perdedor.
¿Hasta dónde seremos capaces de perder humanidad a costa de diversión? ¿Cuál es el límite de la ficción? Son preguntas que suscitan este tipo de historias. Como dice el mexicano Jorge Volpi, la ficción cumple una tarea indispensable para la supervivencia del ser humano: "No sólo nos ayuda a predecir nuestras reacciones en situaciones hipotéticas, sino a entrever qué sentiríamos si las experimentáramos de verdad. Una vez hecho esto, no tardamos en reconocernos en los demás, porque en alguna medida en ese momento ya somos los demás" Por eso yo, como espectadora de este film me preguntaba: ¿quién soy? ¿con qué personajes me identifico más desde mi condición? Lógicamente con el público, y ¿cómo reacciono frente a semejante relato aunque sea ficticio?
¿Buena? ¿Mala? ¿Original? Quizás.... Yo todavía no encuentro adjetivos. Simplemente me dejó shockeada y un poco decepcionada de que las ficciones o representaciones del futuro que tenemos los occidentales nos reflejen en tal grado de retroceso e incivilidad; viviendo en un mundo súper tecnologizado y con muchas facilidades materiales, pero con la mentalidad y las costumbres de nuestro ancestros de hace dos mil años.
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