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¿Renuncia? ¡Servicio!

            Recibí la noticia de la renuncia del Papa leyendo precisamente su biografía, y sentí como si me hubiesen mostrado las últimas páginas del libro... sin yo quererlo.



¿Qué pensé? Reflexioné sobre lo que llevo leído hasta ahora y concluí que la vida de este personaje ha estado signada por una serie de nombramientos sorpresivos (obispo, cardenal, prefecto, Papa), que Ratzinger ha encarado con pleno sentido de responsabilidad, aun cuando no formaran parte de sus proyectos profesionales y/o aspiraciones vitales. Sin embargo, sólo dos cosas ha podido decidir por cuenta y riesgo: la determinación de ser sacerdote, y ahora, la decisión de dimitir como Sumo Pontífice.

Resulta fácil intuir que  en estas dos únicas decisiones más “libres” (lo coloco entre comillas porque la obediencia a la autoridad también es un acto de plena libertad) tienen algo en común: el deseo de servir a la Iglesia del modo más pleno posible. Se trata de una disposición que va más allá de la propia voluntad. En la vida de Ratzinger, la única aspiración, el único deseo, que verdaderamente cuenta y que es capaz de llevarle a obedecer, o a tomar una decisión vital, es servir a la Iglesia Católica con todas sus fuerzas físicas, intelectuales y afectivas.

Benedicto XVI no ha renunciado a su servicio a la Iglesia, sino que ha dimitido como Papa para servir mejor desde otro lugar. Es cierto que a mayor autoridad mayor servicio –conciencia, por cierto, que hoy en día se ha perdido bastante, pues la autoridad se relaciona más con el poder que con el servicio–, pero, en este caso, hay impedimentos objetivos que no le permiten continuar realizando su ministerio a cabalidad, como siempre ha ejercido sus funciones. Es un claro ejemplo de humildad, de amor a la verdad, que ojalá sirva de lección a muchos mandatarios, empresarios y dirigentes de toda índole. Ser capaz de reconocer públicamente la limitación, la incapacidad, la debilidad para ejercer una función de gobierno, es un acto de valentía y de ejemplaridad que nuestro tiempo necesita.

El amor a la verdad de las cosas es una gran lección de este Papa. Amor a la verdad que está estrechamente ligado con el amor a la justicia, a hacer lo justo en cada momento, a vivir conforme al derecho y a la propia conciencia, para servir mejor a la sociedad. Su renuncia como Papa es un acto plenamente ajustado al derecho de la Iglesia, y, podríamos decir, a cualquier orden legislativo que sea justo, no arbitrario o con tendencia al personalismo.

Del libro Benedicto XVI. El Papa alemán (2010), he aprendido infinidad de cosas. Es un hombre con personalidad propia, con una inteligencia inaudita, de fina sensibilidad y mucha iniciativa personal. Tiene rasgos de carácter absolutamente distintos a los del Papa Juan Pablo II, con quien pudo trabajar, no obstante, hasta el final de su vida con plena armonía. ¿Por qué este Papa renuncia y el otro no? Las comparaciones no tienen sentido, mucho menos en la vida de dos hombres de la talla de nuestros dos últimos papas.  

Termino con una idea de Ratzinger que explica la necesidad de que exista esta pluralidad de decisiones, ajustadas a la verdad, que, en este caso, explica la diferencia de actuación de ambos papas: “Hemos alcanzado la meta más importante si hemos llegado lo más cerca posible a la verdad. Ésta no es nunca aburrida, ni uniforme, porque nuestro espíritu la contempla en sus parciales refracciones. Sin embargo, ésta es, al mismo tiempo, la fuerza que nos une; y sólo el pluralismo, que está referido a la unidad, es verdaderamente grande (…) Me alegra poder decir algo personal, nuevo, que crezca sin embargo dentro de la fe de la Iglesia” (p. 228).

Comentarios

Excelente. Si siguiéramos su ejemplo de servicio y amor a la Iglesia el mundo sería otro... Tan sólo si conociéramos más de sus escritos y de su labor no se dijeran tantas tonterías y mentiras. Gracias Benedicto XVI.

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