Este título da como para escribir tratados y enjundiosos análisis, y por eso quizás sea muy ambicioso para encabezar un breve artículo de opinión, a propósito del acto realizado por el partido socialcristiano Copei, con motivo de la incorporación de varios líderes de la sociedad civil a dicha tolda política. El evento se denominó "Socialcristianos con Copei: la nueva plataforma de la sociedad civil". No tardaron en salir los críticos y detractores sensibles a esta materia, y es que la pregunta, si se quiere, elemental es muy válida: ¿puede un partido político servir de plataforma a miembros de la sociedad civil? ¿O la ambición de poder acabará devorando sus buenas intenciones de servicio ciudadano?
A este propósito, hago unas breves reflexiones de la mano del maestro Agapito Maestre. Sostiene el filósofo español, en su osado y conocido intento de re-escritura política, que sin sociedad civil no hay sistema democrático que se sostenga, pues ella es el espacio público y político por excelencia, "el ámbito donde los ciudadanos, en condiciones de libertad, igualdad y practicando la solidaridad civil, cuestionan y combaten cualquier norma o decisión que no haya tenido su origen o rectificación en ellos mismos".
Los lugares de actuación y ejercicio de los miembros de la sociedad civil son tan ricos y variados como lo pueden ser sus intereses, metas y ambiciones nobles. En esto, como en otras materias humanas, no vale ser determinista, porque el determinismo histórico o es un error metódico o es una mera superstición que obstaculiza la inteligencia y la capacidad de dirimir conflictos. No existen sistemas ni categorizaciones cerradas que confinen a unos ciudadanos a ciertas áreas, y a otros a otras; menos aún si se trata de espacios de poder, pues ejercer el poder no es otra cosa que servir, del modo más excelso y pacífico, a los ciudadanos. La cuestión democrática siempre estará abierta a las vicisitudes, ideas y demandas de cada pueblo, de cada tiempo.
Pero, además, los partidos políticos que gozan de una auténtica vocación de servicio a la democracia, reclaman constantemente a la sociedad civil con el fin de no esclerotizarse o convertirse en una peligrosa élite burocrática de intereses encontrados, aislada de los problemas reales de la comunidad. Pero, más allá de esto y parafraseando a Rödel, los partidos expresan su propia solidaridad civil y servicio al bien común capacitando y facultando políticamente a los ciudadanos que así lo deseen.
Por lo tanto, ni existen modelos absolutos ni hay élites perpetuas que detenten el poder. Todos los ciudadanos son igualmente libres de contar con oportunidades de representación en la esfera pública, y los partidos políticos pueden servir de plataforma para ello, siempre y cuando no caigan en un adoctrinamiento manipulador, excluyente y mezquino. Quizás ése y no otro era el más profundo anhelo que se ocultaba tras el largo y misterioso nombre de Copei: Comité de Organización Política Electoral Independiente.
@mercedesmalave
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