Ir al contenido principal

El amor más puro

Dicen que los jesuitas tienen un aforismo que reza así: "Si quieres conocer a alguien, dale poder". A juzgar por el comportamiento y la exigencia personal con la que el Papa Francisco ejerce su ministerio, como cabeza de una de las instituciones más fuertes del Mundo, parece que bien prevenido estaba de las posibles contaminaciones del poder constituido, y por eso ahora le vemos actuar con una coherencia a prueba de balas, sin importar el qué dirán, sin miedo a cambiar aquellas cosas que, aun estando previstas para facilitar el ejercicio de la autoridad, no van de acuerdo con su estilo de vida, y por eso las descarta con toda sencillez.

Si quieres conocer a alguien, dale poder. Y si quieres conocer tu propia espesura moral, el peso de tus principios, de lo que realmente mueve tu comportamiento, comienza por examinar si frente a cualquier tipo de autoridad, incluso aquella que se finge frente al espejo, se esconde la intención de la autocomplacencia, de la vana-glorificación, del reconocimiento y del beneficio personal. Por ahí comienza toda corrupción del poder; esa polución moral que vemos alrededor de los círculos políticos y económicos. El que se busca sistemáticamente a sí mismo acaba despreciando a los demás, incluso a sus propios hijos y amigos; en cambio, el que se niega aprende a ser feliz en la entrega sincera y permanente al otro, sea quien sea.

Pero tampoco podemos ser ingenuos, porque las cosas no son tan sencillas como se expresan. Cuando escucho las duras críticas que se lanzan contra los políticos, gobernantes y contra cualquier clase dirigente, en general, me pregunto: "¿Y cómo lo haría éste, o ésta, si estuviera en un cargo o si tuviera que mandar?". Es que ni siquiera algo tan noble como lo es el sentimiento religioso está exento del peligro de buscar algún mérito o gratificación personal por las obras. Cuando la madre Teresa de Calcuta escuchó a un periodista susurrar "yo no haría esto ni por un millón de dólares", ella de inmediato le respondió: "yo tampoco", pero dejó abierta la interrogante acerca de si esperaba o no algún tipo de premio por su labor, aunque éste no fuera de orden material.

Ya en el siglo XVII la teología planteó una célebre controversia sobre esta materia. Se preguntaba si las personas somos capaces de realizar buenas acciones movidas por el amor puro. Servir, ejercer el poder, hacer el bien, no como pobres asalariados –aunque mucho devenguemos–, ni por simple temor al castigo, sino por el más pulcro e incondicional amor a Dios y al prójimo, con total desprecio hacia uno mismo. En realidad, la cuestión se resuelve relativamente fácil si acudimos a la vivencia de San Agustín de Hipona cuando, después de dar muchos tumbos por la vida, concluía: "nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón permanece inquieto hasta que descansa en ti". Los hombres no pueden darse a sí mismos el amor más puro, necesitan recibirlo de Otro. He aquí el mayor regalo que podemos esperar por nuestras acciones.
    
Desear recibir un premio o mérito por las buenas obras no es un pecado. No es éticamente reprobable el deseo de gratificación, siempre y cuando este afán se vaya purificando, elevando, perfeccionando a lo largo de la vida. De lo contrario, se cae en la más burda mediocridad (por eso el materialismo, aunque no se ocupe de lo espiritual, incurre en graves faltas éticas). A fin de cuentas, el premio y el amor más puro se confunden y reclaman mutuamente. El mejor legado, la inagotable herencia que un hombre o una mujer de poder pueden recibir por sus obras, es aquel que puede durar para siempre (perdurar), y que sólo se conquista en el orden moral, porque lo material se acaba, se consume o se malgasta. Los auténticos bienes de la libertad no se agotan, al contrario, incrementan su valor con el paso del tiempo, y benefician a las generaciones venideras, que se enaltecen por llevar el apellido o nombre de sus padres, abuelos y familiares, cuando éstos fueron personas honorables. Como decía la otra santa, Teresa de Jesús, "pena y gloria son para siempre".    

@mercedesmalave
 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Con ojos nuevos

La nueva Asamblea Nacional se instalará el próximo 5 de enero sin mayores novedades. Los nuevos diputados son viejos conocidos: tanto los del chavismo como los de la oposición. En estas elecciones volvió a perder Venezuela, como lo viene haciendo en el transcurso de este siglo que no termina de arrancar para nosotros. Seguimos postergando las soluciones a los gravísimos problemas estructurales, institucionales y humanos que nos aquejan: continuará el flagelo del hambre y el alto costo de la vida, la crisis inaudita de servicios básicos, la escasez de gasolina y un largo etcétera. La consulta popular y la nueva directiva del parlamento legítimo que propone el diputado Juan Pablo Guanipa y su partido, como alternativa de gobierno para el año 2021, acentuará la lógica del dualismo de poderes y sus consecuencias: sanciones y bloqueos, control de activos en el exterior, atentados contra la soberanía, salidas de fuerza, seguirán formando parte de la agenda de un sector político que aún cons...

Bovarismo criollo

A Jules de Gaultier le debemos el hallazgo de ese curioso mal que aqueja a los personajes de Flaubert, inmortalizado en Emma Bovary. Se trata de la tendencia a concebirse distinto de como se es. “Todo hombre, en el fondo, es un bovarista” decía Antonio Caso. Ninguno de nosotros es libre de espejismos, máxime en un mundo donde un App o un laboratorio de tuits, construye, crea y convierte la ficción en información -síntesis apretada del fenómeno de la posverdad-. Basta que una idea o fantasía se asome en la conciencia para que los individuos tiendan a volverla realidad: “Nos vamos sacrificando a nuestra mentira”, sentenciaba precipitadamente el filósofo mexicano.   Así las cosas, el impulso bovarista o inclinación a pensarnos diverso de como somos en realidad, constituye la fábrica por excelencia de idealismos, utopías o ideologías autorreferenciales. Basta que el individuo que pretenda encarnar su falsa idea de sí sea un líder carismático para que aquello cunda por doquier, apoyánd...

Oportunidad de Oro

Todos los caminos conducen a Roma y todos los ríos desembocan en un mismo mar. Las encuestas señalan que la gran mayoría de los venezolanos coincide en la pésima valoración tanto del liderazgo político como de su situación socioeconómica actual. No se sienten identificados con ningún partido político y experimentan la orfandad frente a sus demandas de bien común y justicia social. A nivel global también se evidencia este clima de hastío político e institucional de la ciudadanía. Nuevos movimientos de carácter cultural, reivindicativo y social emergen en forma de estallido o calentamiento social, como lo llamó recientemente Eduardo Fernández: «En América Latina se están produciendo grandes movimientos que ponen de manifiesto la existencia de un inocultable fenómeno de calentamiento social (…) Y son varios los países europeos, comenzando por Francia en los que hay señales de calentamiento social muy evidentes. Una huelga general sin precedentes ha sido convocada contra la ad...