“La unión entre los pueblos no la forman hoy día la comunidad de la lengua, de la religión y de las tradiciones, sino que surge de la comunidad de las almas en un ideal de progreso, de libertad y de simpatía recíprocas”. Con esta cita, el filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira desnudaba la grosera falacia de las falsas oposiciones; esas contradicciones creadas para generar falsos dilemas entre situaciones o realidades que son complementarias.
La forma más frecuente de promover oposiciones ficticias, en el discurso político, es una retahíla de condenas y falaces contraposiciones, aparentemente irreconciliables, que van generando una especie de ethos o ambiente de exclusión “que no es en manera alguna puramente teórico, sino que se traducirá en efectos prácticos de gran trascendencia” advierte Vaz Ferreira. Así, de lo complementario se pasa a lo contradictorio, y de éste al lenguaje excluyente. Para colmo de males, de esas contradicciones y exclusiones creadas maliciosamente se deriva todo tipo de simbolismos, neo-lenguas, apelativos innecesarios que dividen, polarizan y enfrentan a personas que conviven en un mismo espacio físico o virtual.
Las falsas oposiciones esterilizan las discusiones, agotan el pensamiento y acaban con todo: con el lenguaje universal, las energías, los equipos, el tiempo, la salud, las amistades y un largo etcétera. Producen, además, un efecto inhibitorio: “impiden la acción práctica buena y eficaz” a decir de Vaz Ferreira. Esta descripción de la ausencia de lógica y falacia argumental, con sus terribles consecuencias destructivas en la práctica, parece ser el relato de la dinámica política venezolana, que fue minando el discurso inclusivo, erosionó las actividades propias de nuestra democracia consensuada, y hoy amenaza en consolidarse bajo el carácter indeleble de la personalidad de Hugo Chávez en toda oferta política que pretenda conquistar a las masas.
Chávez construyó su discurso sobre la falacia de la falsa oposición. Se presentó como una novedad contra lo existente. Por cada cosa buena que implementó se ocupó de enterrar otras tantas bondades de nuestra historia republicana y del sistema democrático, con su carisma basado en el descrédito y la condena de todo lo que fue anterior a su proceso personalista y revolucionario. De ahí los simplismos, las exageraciones, las falsas generalizaciones y la interminable trama de inutilidades en palabras y obras del quehacer político, que nos llevan por el camino del caos, el desgobierno, la vulnerabilidad territorial, el mal común, el atraso y la pérdida de tiempo.
Dice el pensador uruguayo: “Cuando un grupo de hormigas está transportando un objeto, muchas de ellas tiran en sentidos opuestos; una parte considerable de su esfuerzo se inutiliza. El objeto, sin duda, acabará por ir adonde tenía que ir, debido a la predominancia de ciertos esfuerzos sobre otros; pero da lastima ver el esfuerzo inútilmente perdido. Absolutamente este mismo espectáculo ofrecería la humanidad pensante al que de pronto se despertara completamente de este sofisma, como de una alucinación”.
Las fuerzas democráticas, opuestas e infiltradas entre ellas, vivimos plagados de contradicciones, condenas provenientes de falsas oposiciones, dilemas irreconciliables entre lo que en realidad es complementario. El inmediatismo, la pretensión de dar fórmulas simplistas y exageradas, las generalizaciones agotan cualquier logro producto de largos años de esfuerzo y del sacrificio de tantos. Nos cuesta aceptar que no es la humanidad la que resuelve los problemas de la humanidad, sino cada persona: “de la acción conjunta de las estrecheces, de las unilateralidades, de los monoideísmos, puede salir el progreso y la solución de los problemas”.
La falsa oposición se ha convertido en un poderoso escollo a la superación de la crisis política, el progreso económico y democrático de Venezuela: contradicciones creadas, condenas, etiquetas, prejuicios, exageraciones, están dividiendo a las fuerzas democráticas del país en dos, cuatro, diez, veinte partículas incapaces de ponerse de acuerdo en los más mínimos fundamentos de una alternativa democrática que permita reinsertar a Venezuela en la modernidad global.
Ya va siendo hora de superar ese terrible egoísmo disfrazado de perfeccionismo, de moralismo, de superioridad intelectual, que termina por aniquilar cualquier género de soluciones fruto del encuentro, de superar la estrechez de conceptos y las excitantes polémicas extremadamente unilaterales y exageradas que no han servido sino para emotivas reformas, contrarreformas, revoluciones y movimientos escritos en los anales de la prédica del odio y la nada.
@mercedesmalave
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