Ir al contenido principal

Ni optimismo dulzón ni pesimismo "amargón"

Mañana celebramos un nuevo aniversario de la marcha al Cielo de San Josemaría Escrivá. Recuerdo que a este mismo propósito escribí el año pasado "Ni votos, ni botines ni botones: Virtudes!". Ahora me parece oportuno hablar del optimismo que caracterizó la vida de este Santo que un día escribió:




"El optimismo cristiano no es un optimismo dulzón, ni tampoco una confianza humana en que todo saldrá bien.

Es un optimismo que hunde sus raíces en la conciencia de la libertad y en la seguridad del poder de la gracia; un optimismo que lleva a exigirnos a nosotros mismos, a esforzarnos por corresponder en cada instante a las llamadas de Dios" (Forja, n. 659).


Muchas veces se piensa que los optimistas son idealistas, y, en cambio, los que suelen ser pesimistas es porque son realistas. El pesimismo literario, por ejemplo, se jactó de llamarse realista frente al idealismo de las novelas románticas. Sin embargo, detrás del pesimismo puede haber mucho de conformismo, de pasividad o poco afán de sacrificarse para mejorar las cosas. En cambio, los que realmente desean revertir situaciones duras o malas no les queda más remedio que confiar en que las cosas pueden y deben ir mejor si nos esforzamos más y si acudimos a Dios en petición de ayuda (lo que en cristiano llamamos que nos dé sus gracias).  

Por eso, se puede ser realista y optimista a la vez, si se procura cultivar, en el fondo del corazón, una actitud esencial frente a las personas, frente a los sucesos y, muy importante, frente Dios. Me refiero a la confianza. Para confiar hace falta entregar el futuro de algún modo; ponerse en las manos de otro. Confiar en la libertad de las personas, por ejemplo, supone dejarlas hacer, esperando en que harán las cosas bien. Confiar en Dios es esencial para el optimismo porque equivale a estar convencidos de que, el Todopoderoso, hará las cosas bien y, pase lo que pase, el bien irá a triunfar. Por eso San Josemaría escribía

"Cuando te "entregues" a Dios no habrá dificultad que pueda remover tu optimismo" (Camino, 476).

Es más, yo diría que muchos de los que son pesimistas lo son o porque son demasiado idealistas -imaginan un mundo incorrupto, sin defectos y perfecto- o porque son muy desconfiados. Frente a los obstáculos que parecen insuperables, muchas personas retornan a creer y a confiar en Dios. Se abandonan en sus manos. Hay que contar con los tiempos peores como los momentos en los que la fe crece, los sentimientos religiosos maduran y las personas son capaces de mayores sacrificios por el bien y la justicia. Por eso todos los tiempos son buenos:

"La gracia de Dios no te falta. Por lo tanto, si correspondes, debes estar seguro.

El triunfo depende de ti: tu fortaleza y tu empuje —unidos a esa gracia— son razón más que suficiente para darte el optimismo de quien tiene segura la victoria" (Surco, n. 80).




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Con ojos nuevos

La nueva Asamblea Nacional se instalará el próximo 5 de enero sin mayores novedades. Los nuevos diputados son viejos conocidos: tanto los del chavismo como los de la oposición. En estas elecciones volvió a perder Venezuela, como lo viene haciendo en el transcurso de este siglo que no termina de arrancar para nosotros. Seguimos postergando las soluciones a los gravísimos problemas estructurales, institucionales y humanos que nos aquejan: continuará el flagelo del hambre y el alto costo de la vida, la crisis inaudita de servicios básicos, la escasez de gasolina y un largo etcétera. La consulta popular y la nueva directiva del parlamento legítimo que propone el diputado Juan Pablo Guanipa y su partido, como alternativa de gobierno para el año 2021, acentuará la lógica del dualismo de poderes y sus consecuencias: sanciones y bloqueos, control de activos en el exterior, atentados contra la soberanía, salidas de fuerza, seguirán formando parte de la agenda de un sector político que aún cons...

Bovarismo criollo

A Jules de Gaultier le debemos el hallazgo de ese curioso mal que aqueja a los personajes de Flaubert, inmortalizado en Emma Bovary. Se trata de la tendencia a concebirse distinto de como se es. “Todo hombre, en el fondo, es un bovarista” decía Antonio Caso. Ninguno de nosotros es libre de espejismos, máxime en un mundo donde un App o un laboratorio de tuits, construye, crea y convierte la ficción en información -síntesis apretada del fenómeno de la posverdad-. Basta que una idea o fantasía se asome en la conciencia para que los individuos tiendan a volverla realidad: “Nos vamos sacrificando a nuestra mentira”, sentenciaba precipitadamente el filósofo mexicano.   Así las cosas, el impulso bovarista o inclinación a pensarnos diverso de como somos en realidad, constituye la fábrica por excelencia de idealismos, utopías o ideologías autorreferenciales. Basta que el individuo que pretenda encarnar su falsa idea de sí sea un líder carismático para que aquello cunda por doquier, apoyánd...

Oportunidad de Oro

Todos los caminos conducen a Roma y todos los ríos desembocan en un mismo mar. Las encuestas señalan que la gran mayoría de los venezolanos coincide en la pésima valoración tanto del liderazgo político como de su situación socioeconómica actual. No se sienten identificados con ningún partido político y experimentan la orfandad frente a sus demandas de bien común y justicia social. A nivel global también se evidencia este clima de hastío político e institucional de la ciudadanía. Nuevos movimientos de carácter cultural, reivindicativo y social emergen en forma de estallido o calentamiento social, como lo llamó recientemente Eduardo Fernández: «En América Latina se están produciendo grandes movimientos que ponen de manifiesto la existencia de un inocultable fenómeno de calentamiento social (…) Y son varios los países europeos, comenzando por Francia en los que hay señales de calentamiento social muy evidentes. Una huelga general sin precedentes ha sido convocada contra la ad...